lunes, 9 de julio de 2012

Rayuela

En eso estamos.

Perdido detrás de algunas urgencias, vengo demorando mi reencuentro con esta parte de Cortazar. No soy un erudito en él, ni un estudioso, pero en la impronta de mi molde lo encuentro varias veces.

Recuerdo escucharlo leer, en un viejo disco de vinilo, de los de púa y 33rpm (Cortázar lee a Cortázar), un cuento donde él es el muerto, describiendo su velorio: no recuerdo una frase, pero si el cuadro, colección de descripciones de lugares comunes y falsedades, con él, su propio cadáver, llevando la voz. Antes o después de ese encuentro lo crucé en La vuelta al día en 80 mundos, que releí hace poco, y recuerdo también haber tenido abierto y en mis manos Los autonautas de la cosmopista, de lo que no recuerdo nada, ni siquiera haber avanzado en su lectura. Hace poco hablé aquí de él y de su aproximación a los conceptos de locura e idiotez, defectos que pretendo -sin demasiado mérito quizas- compartir. Muy poco más.


Volviendo a Rayuela, encuentro algunas semejanzas frescas. En particular, la noche de anoche. Avancé en el libro -que elegí leer siguiendo el orden "natural" de los capítulos- hasta una reunión, en la casa/departamento de no se quien, el Club -espío en el libro porque mi memoria me da muestras de que no debo pasar tantos días sin volver una lectura- decía el club donde Babs y Gregorovius y la Maga y Horacio y Ronald y Wong y alguno más, a lo largo de varios capítulos, continuan la tertulia, donde la elección de la música es una parte transversal del argumento, y las charlas se abren y se cierran, en un ejercicio literario que me cuesta hilar, porque todos hablamos con todos, en distintos momentos, y minutos después o quizás antes de la pregunta de Javier tengo la respuesta, pero se la lleva Noelia, mientras intercambiamos el tema con el que ella traía, y ella a su vez la recibe como parte de su conversación con Bárbara y vuelvo a sentarme pero en la silla que no era la mía o si lo era pero sin haber ejercido antes el transitorio derecho de propiedad e irremediablemente junto a La Maga y así como el encontrarnos y desencontrarnos todos coincidiendo chez-vous en si me hizo recordar la reunion del club, encuentro en los hilos de la charla el mismo entramado del libro, esa cosmovisión donde se da un orden natural, numeral, secuencial, de las cosas y al mismo tiempo coexisten planos curvos y espacios multidimensionales, y las voces hay que rastrearlas, saltando de cruce en cruce, y en cada perspectiva hay un sentido distinto para las mismas voces.

Rayuela es también mi manera de expresar, entonces pienso en la continuidad de este espacio en que me hallo y me pierdo, dejando voces de un dia para otro, retomando en cualquier lado lo que deje por ahi, yendo y viniendo, e imagino la relectura de esta revista siguiendo un orden cronológico, cosa que de tanto en tanto intento, con la ilusión a veces y el temor otras veces de encontrar un hilo que enhebre las cuentas, alternando ese mecanismo que es un ejercicio de la sensatez con una tómbola imaginaria que me lleva de una página a cualquier otra, lo que también es un ejercicio de la sensatez, pero distinto, y según el método el resultado.

13
Envuelto en humo Ronald largaba disco tras disco casi sin molestarse en averiguar las preferencias ajenas, y de cuando en cuando Babs se levantaba del suelo y se ponía a hurgar en las pilas de discos de 78, elegía cinco o seis y los dejaba sobre la mesa al alcance de Ronald que se echaba hacia adelante y acariciaba a Babs que se retorcía riendo y se sentaba en sus rodillas, apenas un momento porque Ronald quería estar tranquilo para escuchar Don't play me cheap.


14
Salió del rincón donde estaba metido, puso un pie en una porción del piso después de examinarlo como si fuera necesario escoger exactamente el lugar para poner el pie, después adelantó el otro con la misma cautela, y a dos metros de Ronald y Babs empezó a encogerse hasta quedar impecablemente instalado en el suelo.


15
De manera que con toda seguridad Ronald volvería a Big Bill Broonzy, guiado por asociaciones que Oliveira conocía y respetaba, y Big Bill les hablaría de otra barricada con la misma voz con que la Maga le estaría contando a Gregorovius su infancia en Montevideo, Big Bill sin amargura, matter of fact.

Delicioso, vigente, necesario.

1 comentario:

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