jueves, 31 de enero de 2013

Despertando


Despertando desde hace un rato, después de dormir una cantidad desacostumbrada de horas, después de descansar de una manera que añoraba comienzo lentamente a reaccionar. Logré ponerme en pie y quiero hacer el intento de ver cuánto logro recordar de la voz que estuvo hablando conmigo mismo durante ese rato en el que me mantuve en la frontera entre lo consciente y lo inconsciente.

Siempre pienso en que hay señales dispuestas que uno debe interpretar, <pero> a veces con la duda de conocer la interpretación, de tener previsto el mensaje y encontrar en la realidad algo que lo transmita para vivir la confirmación. Que haya escuchado cantar un gallo mezclado con mis otras propias voces poco antes de salir de la cama tiene algo de eso, que esto ocurra ya cerca del mediodía tiene un poco más de esto que digo que son más que coincidencias.

Unas de las cosas que pensaba es cierta familiaridad que tengo con el oficio de la disculpa -combino la capacidad de pedir disculpas con la capacidad de equivocarme- y entonces algo que he decidido hacer en cuanto tenga oportunidad es actuar. Voy a hacer lo que siento que quiero hacer, voy a hacer conforme a mi deseo y si corresponde pediré disculpas por haber entendido mal. Esto para mi es una revelación.

Recordaba entre algunas otras cosas que temo no poder rescatar acá una metáfora habitual, la de la esfera con centro en mi propio ombligo. Un escudo que yo construyo con el válido propósito de mantener fuera de él a mucha gente que <verbo ininteligible>, un escudo selectivo, regulable de algún modo, desde el que veo el mundo exterior y al que invito de tanto en tanto a algunas personas.

Hay días en que las cosas me parecen más claras, en que veo mejor lo que me pasa con otras personas y a veces descubro que esa misma claridad con la que veo convierte mi escudo en una jaula. Esta esfera que en un momento me protege en otro momento me encierra, y me hace ver que apenas un poco más allá de donde termina mi mano hay otra mano extendida. Dos manos que se buscan y no se llegan, y nos miramos, nos miramos cara a cara y nos sabemos cercanos y nos sabemos urgidos y no nos permitimos abandonar la comodidad de la distancia para ver que nos pueda pasar dentro de una esfera más grande y compartida.}



¿Como lograr convertir dos pompas de jabón frágiles, irremediablemente frágiles, en una sola.?

Estas y otras cosas pensaba durante ese rato en el que me resistía a dejar que mi lado consciente tomara posesión del día. El resto quedarán olvidadas, creo que estas fueron las más importantes.

lunes, 28 de enero de 2013

Adiós

In memorian N.Ch.

Devastación,
sobre la tierra yerma
un cataclismo macabro
de leyes inmutables, crueles,
anónimas y frías en tu nombre,
la urdimbre del azar y de la física,
el veredicto de la intriga dicta solos.

Sigo creyendo que aun era temprano
para conjugar el verbo absurdo ante tus restos,
para extrañar la certeza de tu sombra,
para vivir de un legado inconcluso
y de crónicas pendientes de inventario.

¿Dónde están todos los días que no fueron?,
¿se los tragó la tierra, el mar?, ¿alguien sabe?,
¿con que vacío cubrirán tus hijos el espacio?,
son preguntas, como antorchas en el aire,
al cielo, al sol, las nubes, a mi mismo,
y la respuesta es seca, muda, esa, esa.

sábado, 26 de enero de 2013

¿Símbolos?


Existen unas coincidencias notables en la vida a las que nosotros nos gusta rebajar de categoría y decirles casualidades, hasta que entendemos, en algún momento, por algún hecho iluminador, que hay una conexión tangible e inmaterial entre distintos aspectos de la vida.

Hace -en las dimensiones de mi vida- muchísimos años compré y quiso el azar que fuera ese, un disco de Joan Báez cantando en castellano canciones que eran todas bonitas, pero dentro de eso alguna era más importante que otra. De una de esas que supo importarme, hace una cantidad de años imprecisable, sobre un papel de almacén, tomé nota de la letra. Empieza diciendo: Sube a nacer conmigo hermano.


Este papel fue doblado en dos, en cuatro y en ocho y permaneció sobreviviendo a mi completo olvido en una caja de madera de la que lo saqué hace pocos días, una caja de madera que contiene este papel y otros papeles con otras cosas escritas, que tienen importancia o la tuvieron en el momento en que entraron en ella, cuyo contenido no inventarié después de que me la devolviera hace unos meses la que fue mi primera esposa. Yo había curioseado en esta caja hace unos días o unas semanas o unos meses, pero (recién) la última vez que curioseé la caja lo encontré: a pesar de ser el papel que estaba más arriba no lo había visto. Este reencuentro se produjo a los pocos días de terminar de leer un libro de poesía, una selección -caprichosa como toda selección- de poemas de Neruda, que es el autor de estos versos que son conocidos, pero no para todo el mundo.

Cuál es la línea que va desde un afán por conocer música que me llevó en algún momento de mi vida a comprar un cassette en español de Joan Báez en una punta y en otra punta me hace conocer a una persona, cuya casa visito, cuyo libro me presta, y en él encuentro este poema que reconozco cuando lo leo de aquella canción, esto último antes, unos días, pocos, escasos pero antes de reencontrar el papel donde había tomado nota de los versos. Que este papel sobreviva, que esta caja me fuera devuelta ahora cuando aun no he retirado mis pertenencias de mi anterior hogar en forma sistemática, me fui trayendo las cosas que fui precisando, pero no he traído mis discos, no he traído mis fotos, no he traído mis libros. Esta curiosidad, esta casualidad tan prolijamente encadenada por una mano invisible me tiene hoy, acá, hablando de esto.

Y una amiga sube a Internet un audio de Joan Báez cantando en Hanói durante un bombardeo americano y otra amiga se pregunta si debemos reconocer símbolos en nuestro camino y yo le respondo así:
Sube a nacer conmigo hermano.

Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de la roca.
No volverás del tiempo subterráneo.

El último libro que termine de leer es de Umberto Eco, que de símbolos sabe mucho, y el que estoy leyendo ahora es de Alcira Argumedo, que expone con muchísima claridad algunas facetas del pensamiento social comprometido.

¿Símbolos?. ¡Claro que sí!

BONUS:


Sube a nacer conmigo, hermano.

Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado.
No volverás del fondo de las rocas.
No volverás del tiempo subterráneo.
No volverá tu voz endurecida.
No volverán tus ojos taladrados.
Mírame desde el fondo de la tierra,
labrador, tejedor, pastor callado:
domador de guanacos tutelares:
albañil del andamio desafiado:
aguador de las lágrimas andinas:
joyero de los dedos machacados:
agricultor temblando en la semilla:
alfarero en tu greda derramado:
traed a la copa de esta nueva vida
vuestros viejos dolores enterrados.
Mostradme vuestra sangre y vuestro surco,
decidme: aquí fui castigado,
porque la joya no brilló o la tierra
no entregó a tiempo la piedra o el grano:
señaladme la piedra en que caísteis
y la madera en que os crucificaron,
encendedme los viejos pedernales,
las viejas lámparas, los látigos pegados
a través de los siglos en las llagas
y las hachas de brillo ensangrentado.
Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta.
A través de la tierra juntad todos
los silenciosos labios derramados
y desde el fondo habladme toda esta larga noche
como si yo estuviera con vosotros anclado,
contadme todo, cadena a cadena,
eslabón a eslabón, y paso a paso,
afilad los cuchillos que guardasteis,
ponedlos en mi pecho y en mi mano,
como un río de rayos amarillos,
como un río de tigres enterrados,
y dejadme llorar, horas, días, años,
edades ciegas, siglos estelares.

Dadme el silencio, el agua, la esperanza.

Dadme la lucha, el hierro, los volcanes.

Apegadme los cuerpos como imanes.

Acudid a mis venas y a mi boca,

Hablad por mis palabras y mi sangre.


miércoles, 23 de enero de 2013

Marita Verón

La trata de blancas es el tema del día.

Nos causa espanto el fallo de la justicia tucumana. Cuesta entender por cual agujero de la telaraña se escapan los acusados, y cuesta, cuesta mucho, muchísimo, aceptar que si por alguna sutileza legal quedan en libertad los victimarios la culpa no es de los jueces sino de los legisladores que no han legislado de modo tal que no encuentren el punto débil por el cual todos se escapen. Aun no sabemos, y la profundidad de la retórica legal me confunde, si los jueces han actuado mal o han actuado bien: no es tarea del poder judicial corregir las leyes mal hechas sino velar por que se respeten todas las formas de los procesos. Coincido con todos en la indignación del resultado, pero no me resulta evidente el reparto de los méritos que concluyeron en la absolución general.

Volviendo al primer punto, se reitera la frase, casi slogan, “sin clientes no hay trata”, lo cual podría ser cierto si no fuera imposible. Por algo le dicen “la profesión más antigua del mundo”. En la mismísima Biblia, libro familiar a la inmensa mayoría nacional de origen teológico judío-cristiano, el único oficio conocido de una mujer fue la prostitución, y seguirá habiendo prostitución (femenina) por mucho tiempo más. Mientras los hombres acumulen testosterona y no tengan una pareja o amistad con derecho, y mientras haya mujeres acorraladas por el sistema en las orillas de la miseria o la necesidad seguirá existiendo el caldo de cultivo necesario para que el oficio más antiguo del mundo tenga su eternidad garantizada.

Debo ser cuidadoso a partir de aquí, porque lo que sigue es apto para la polémica. No estoy a favor de la prostitución. No me parece justo que alguien encuentre en el alquiler íntimo de su cuerpo su modo de subsistencia; más claro: me parece inaceptablemente injusto que alguien deba optar por prostituirse para no sufrir penurias económicas y carencias o para seguir sufriéndolas morigeradas. Pero no soy quien para imponer mi ley a nadie. Si una persona con opciones encuentra una salida voluntaria en la prostitución me parece mal; si una persona sin opciones encuentra una salida obligada en la prostitución me parece peor, pero desde el momento en que escapa a mi proveerle la salida, lo menos que debo hacer es respetar. Y, aunque no me agrade, me siento obligado a reconocerle a una persona adulta y libre la capacidad de decidir (para tranquilidad de mi conciencia, doy por asumido que es una decisión libre entre opciones válidas).

El problema no es la prostitución, el problema es la trata.
Sin trata no hay trata, aunque haya prostitución y haya clientes dispuestos a pagar por el uso de otro cuerpo.

Trabajé largos años en Suipacha y Tucumán, y recorría habitualmente la calle Lavalle. Cuando la oferta sexual era en la esquina de Esmeralda y Lavalle, la policía estaba en Lavalle y Maipú, y viceversa. Ahora ya no hay oferta “en pie”, o es más discreta, pero pululan por el centro de Buenos Aires pegadores de cartelitos de oferta sexual, con teléfonos y direcciones. Según uno de los muchachos a cargo de esta tarea, percibe $150 diarios por esa labor. No debiera ser tan difícil encontrar los departamentos, ver quien los alquila, quien paga los gastos, quien llama a esos teléfonos, quien manda a imprimir los papelitos, quien contrata a los que empapelan el microcentro y mas allá, expandiendo diariamente el límite de las superficies válidas para ese fin, que comenzó sobre el mobiliario urbano público, pasó luego a cortinas de negocios y ya orilla las vidrieras comerciales, a las que aun no se han animado.

La Metropolitana, la Federal, los funcionarios del poder judicial, y otras gentes obligadas por su trabajo a intervenir de oficio, a denunciar, están todos distraídos de su deber, y lo peor, lo peor de todo, es que no es necesariamente por connivencia o lucro, sino sencillamente por desinterés o complicidad ad-honorem.

Mientras no nos demos un debate adulto sobre el tema, permitiendo la prostitución como cualquier oficio, con un marco legal adecuado, reglas, permisos, condiciones de salubridad, aportes jubilatorios, y todas las demás condiciones propias de una actividad laboral legal, seguirá habiendo trata. Mientras sea necesaria la protección de alguien para desarrollar el oficio, habrá trata. Mientras la posibilidad de trabajar dependa de la venia policial, habrá trata. Por el contrario, en un contexto en el cual la prostitución sea legal, una prostituta no requerirá la protección de un cafiolo para evitar el acoso policial, sino que podrá denunciar en sede policial al cafiolo que la acose (y en sede judicial al policía que no se resigne a dejar de aprovecharse). Las prostitutas trabajarán para sí mismas, solas o en cooperativas, y se van a acabar muchos negocios turbios que se alimentan de la marginalidad forzada del oficio proscrito.

Toda prohibición es estéril en su intento de evitar lo que prohíbe y genera un negocio para quien la desafíe.
En un país progresista, este tema debería ser materia de discusión.



domingo, 20 de enero de 2013

Sobre mi cuaderno


Estaba pensando –estuve pensando- en escribir sobre mi cuaderno, sobre mi cuaderno (así al pasar noté que la reiteración de esas tres palabras tiene completo sentido). Hablaba de escribir sobre mi cuaderno y opté por hablar sobre mi cuaderno. Después escribiré lo que ahora hablo.

Mi cuaderno es como mi vida: hojas que quisiera arrancar, hojas que quisiera tachar y unas cuantas hojas en blanco. La analogía es perfecta. Mi cuaderno es un regalo de una de mis hijas, un cuaderno de hojas cuadradas, blancas, lisas, en el que de a ratos dejo cosas escritas. Quizás debí ser más estricto a la hora de juzgar que cosas elegí escribir ahí y que cosas debí escribir en otro lado, pero no hay ninguna manera de arrancar la página sin que se note y tampoco voy a ganar nada.

Me gustó mucho darme cuenta un día de que mi hijo el varón aprieta el pomo de dentífrico -pasta dental- de cualquier manera porque esa actitud que yo no tenía la he rescatado como valiosa después de la tardía lectura del primer párrafo de Rayuela. Esta casualidad coincide con que las hojas de mi cuaderno son lisas, otra de las cosas que Cortázar menciona muy al comienzo de este libro, y la complicidad padre-hijo (el tal para cual, el de tal palo tal astilla, el a menudo los hijos se nos parecen) se hace evidente en estos dos detalles.

Me distraigo en una conversación de ascensor sobre un segundo gol de River a Boca, tema que hasta hace pocos minutos llamaba mi atención pero dejó de hacerlo luego de un fugaz interinato en el podio de mis intereses. Otra vez encuentro un parecido entre lo que digo sobre algún tema y lo que pasa con mi vida: paso de una preocupación a otra y de una despreocupación a otra momento a momento.

Mientras hablo de mi voy haciendo cosas, como aprontar los menesteres que mi varón va a precisar mañana a la mañana cuando se levante y se mantenga en pie, solo, esperando que yo me despierte. Al momento de decir la frase “esperando que yo me despierte” me repiquetea, me golpea en la cabeza como un pájaro carpintero, buscando hacerme reaccionar. También despejo el camino (me quedo con esas tres palabras de la frase completa como una nueva manifestación de que la vida se hace presente en lo que digo) mientras hablo (despejo el camino) para que mis hijas mayores, la que me regaló el cuaderno y la mayor, cuando regresen de una fiesta a la madrugada no tengan obstáculos que puedan resultar una complicación para sus ojos distraídos.

Si hubiera escrito sobre mi cuaderno sobre mi cuaderno probablemente hubiera concentrado mi atención en algunas líneas más confinadas de mi pensamiento. Tengo una manera muy especial de referirme a esta capacidad de perder de vista el camino por el cual llegué a un  lugar, y al irme desde ese lugar a cualquier otro acarreo la sospecha de que es muy probable que haya coincidido el cambio de rumbo con su pérdida, y estoy hablando de lo que estoy hablando y estoy hablando de la vida también; encuentro una y otra vez que digo algo sobre algo y esa misma expresión la puedo aplicar sobre mí mismo. En algún sentido o en otro soy todas las versiones posibles de mi mismo, y entre todo eso que digo ser, ser adorador de las ramas de los árboles es esto de lo que mi palabra está dejando testimonio.

Ser todas las cosas posibles es convertirnos en una esfera capaz de rodar libre. El teorema de la esfera -tal cual lo he postulado en algún lugar- dice que cada una de las cosas que somos es una cara de un cuerpo,  y un cuerpo que tiene todas las caras posibles es una esfera. Esto que digo en forma tosca y destemplada tiene una argumentación geométrica, en aquel momento hablaba de poliedros regulares, como el tetraedro o el cubo, que al avanzar en su número de caras empiezan a parecer esferas, porque un poliedro regular de infinitas caras es una esfera. Por ahí el infinitas caras es un exceso, pero si cada una de las cosas que somos es una cara y tenemos muchas caras empezaremos por lo menos a ser algo parecido a una bola de espejos, donde cada una de las cosas que somos es uno de los tantos espejitos que tiene.

Sé que varias veces dije o pensé en decir en este último rato algo de lo que a la pasada me di cuenta que podía aplicar sobre mí mismo pero no quise detenerme a puntualizar y ahora me cuesta identificar que fue. Mañana o pasado o alguno de estos días me pondré a escuchar esto que dije para convertirlo en un texto escrito y sé que me voy a sorprender de cómo en un momento algo se nos revela y en un momento nos queda el recuerdo del hecho y el recuerdo del instante pero nos queda el olvido de la verdad que conocimos.

Me sorprendí hace un rato en la casualidad de que tenía unos versos que aparecieron durante una fugaz ducha y de que logré recordarlos cuando me senté ante mi cuaderno con la primera lapicera que encontré -porque la que hubiera usado está en algún lugar en el cual la reencontraré algún día- y quiso la suerte que haya sido la birome roja, la que uso pocas veces, cuya última contribución descubro en una hoja imprecisa, sin fechar, donde la página siguiente tiene dos meses y el escrito anterior tiene tres. No me voy a tomar el trabajo de ver si en algún otro lugar dice de cuándo son los versos anteriores escritos en rojo, que tienen algo en común con los de hoy, que son unos versos duros, impublicables quizás.


Es otra coincidencia la pérdida de referencias sobre la ubicación de la lapicera que acostumbro usar y el encuentro de la lapicera del color de lo prohibido, que es también el color del peligro. Qué hay que hacer con lo prohibido y que hay que hacer con el peligro son dos preguntas completamente actuales de mi vida. Lo prohibido hay que hacerlo, y el peligro está bien, el peligro es necesario: vivimos en peligro y sin peligro no hay vida. Si alguien cree que vivimos en peligro no puede discutir esa afirmación. Iba a decir que es la primera vez en mi vida porque soy amante de los excesos, pero quizás sea nada mas que la primera vez en mucho tiempo en la que digo algo que tiene completa lógica para darme cuenta después de eso de la indiscutible aplicación de uno de los versitos que uno aprende cuando aprende lógica: si P implica Q no Q implica no P. Este es un recuerdo de la escuela secundaria que uno entiende tan indestructible como el principio de Arquímedes, Pitágoras es menos evidente, aunque uno sepa que la diagonal acorta camino.

Sé que me fui de tema una vez más. Me interesa la confirmación, pero no me importa. Y tras decir esto me queda la incómoda sensación de estar diciendo algo imposible: ¿como nos puede interesar algo sin importarnos al mismo tiempo?. Estas palabras no son sinónimas. Encontré un ejemplo que para mí es válido y tiene que ver con querer saber el resultado de un partido de futbol –pasión de multitudes entre las que no me incluyo-, ver dos goles, darse cuenta de que uno es una distracción del defensor y el otro es un gesto brillante del delantero y ya está, no me importa más nada. Creo que su mayor valor es poder hablar en este lugar de lo que estoy hablando y poder ilustrarlo con este ejemplo.

Tengo un muy bonito segundo blog. No creo que este ensayo salga en el primero -que se llama Discurso Bravo- como tampoco van a estar ahí y de esto estoy un poco más seguro porque los leí los versos de hoy a la noche, que empiezan con un fuertísimo reproche personal que le hice a otra persona que no soy yo, aunque al releerlos recién me doy cuenta que me lo podría haber hecho a mi mismo con las mismas primeras cinco palabras, las segundas cinco también, y también las tres terceras con las que cierra una primera estrofa.


Acabo de volver de confirmar la corrección de la palabra estrofa, porque le sentí una connotación muy musical. Esto espero que no sea un presagio, no sé cómo entenderlo. De la búsqueda en Internet de la confirmación de la palabra estrofa me fui a un artículo que habla de versos, rimados, libres, blancos y sueltos, donde se cita un poema llamado “El paraíso perdido”. Lo siento. No quiero hablar más.

jueves, 17 de enero de 2013

Leí a Umberto

I

Furgón
de cola,
detrás
solo queda
una estela,
por delante
la vía,
rieles,
la vida,
estaciones,
trasbordos:
al menos
uno
en la próxima
parada.

Los dragones
remeras rojas
y la semiótica
haciéndose acertijo
y carambola.

Afuera,
mirar afuera
adentro,
justo acá,
justo ahora,
un travestido
prepucio,
cambia
hacia allá,
curiosidad
bajo el mar.

Coincidencia
o azar
del dragón
la dragona.

Denuncia
la vida
eficaz
eficiente:
eco, eco,
ilusión,
hoy
empecé a escribir.


II

No cambia
nada
lo que era
lo que vi,
verdades
emergentes,
palabras
adecuadas,
símbolos
o presencias,
dudo
entre visita,
invasión,
continuar
en la refracción,
silencios,
economías,
publicidades,
luces verdes,
carriles
irrespetados,
regateos,
provechos,
ventajas,
anonimatos,
conocimientos,
intenciones,
intimidades,
intimideces,
facsímiles,
dramas,
comedias,
teatros,
prioridades,
anhelos,
arribos,
pausas,
mas remeras,
olvidos,
continuidades,
socialismos,
calles nuevas,
sobresaltos,
nombres viejos,
traducciones,
registros,
maniobras,
renuncias,
aparcadas,
cerraduras,
llaves,
destinos,
música,
fiesta,
placeres,
calma,
puntos finales.


Bonus

19:58
Hace un rato escribí un poema titulado “Leí a Umberto”, ni dirigido ni dedicado pero seguramente influido por una lectura reciente de un libro suyo. Podría extender un poema que di por finalizado -quizás le agregue una postdata- resumiendo el hecho de que al estar barriendo mi casa, sacando el polvo acumulado, rescato de su cercano, fortuito, cuasi probable, posible, indeseable e inminente (estas eran las palabras que buscaba) destino de basura un dije, un pequeño arco del triunfo que reclamaré para mí, porque esto también es un símbolo. Hablaba exactamente de esto hoy con otras voces.

21:01
No sé que fue lo que vi. Estoy dando un paseo errático en bicicleta que me encuentra buscando un lugar oportuno donde deshacerme de una manzana inoportunamente vieja, cuando veo una luz muy fuerte y muy rápida que hace una rajadura en un cielo diáfano que lleva un rato comenzando a oscurecerse para que resalte una luna que se encuentra en uno de sus dos cuartos. Quisiera decir que fue una estrella fugaz, pero fue una luz más fuerte y más rápida y duró menos. En esa fracción de segundo, la que duró desde que vi la luz hasta que me di cuenta de lo que no era, recordé de que hablaba hoy cuando empecé hablando de los signos, los símbolos y terminé hablando de las señales que veo. Hablo del poema y su postdata y su segunda postdata:


PD

Barrer,
desterrar,
rescatar arcos
triunfos.

Luz fugaz,
suficiente,
luz al norte.

martes, 15 de enero de 2013

Madrugada

Cada voz
encierra un designio, ahora
siento ahora pienso ahora, deseo,
por ejemplo, revelarte
donde conduce el baile
distraído, complaciente,
de los cuerpos perfectos
entre la base de tus alas,
rodando
derivar lo nuevo en llave,
excusa mínima del cofre.

Hay otras cosas que conozco
como el alias de mi madrugada,
la hora de las manos sedientas
de amasar arcillas en tu vientre.

Quisiera estar aquí o allá,
y decirte todo esto de otro modo,
sembrarte palabras al oído,
hacer un mantra con tu nombre
en lenguas peregrinas,
bajo el argot del código morse
demorar el sueño
hasta que el día venza.

viernes, 11 de enero de 2013

Día D

Tengo algo así como un exilio en mi pasado,
una infancia entronizada hasta estas horas,
el encierro de cuatro docenas de veranos
en el mecanismo insuficiente del reloj.

Sobreviví a los diáfanos grados de niñez,
a desencantos, desamores, desengaños y desprecios,
a la conciencia frustrante
de lo efímero de ser quien soy,
de saber y no tener lo que me falta.

La vida es juego, pero el juego muta,
un hilo de espuma, sal que cose arena y mar,
una costilla lejana donde el cielo se entierra,
donde nace y muere el sol resucitado
cumpliendo una condena más eterna que la propia.

Aun maduro el salto, el paso, la partida,
el éxodo de los lugares fatigados
por mis pies impúberes e imberbes,
carente del propósito vertebral que me cobije,
de una ley nuclear que alimente mis labios,
que silencie mis desvelos, que entibie mi sombra.

Hay un día de jugar a todo y nada,
de hollar el piso, de apostar al desembarco,
de retar la osamenta a cara o cruz en Normandía,
de ver al crupier cantar la muerte del infante.

Sentir que llego solo en mi ataúd al cementerio
huérfano en mi humanidad de compañía
sin saber de que lado del suelo es el entierro,
que es falso y que real, ni quienes impostores.


lunes, 7 de enero de 2013

A rajatabla

II) Día de Reyes, 02:02

Hace un rato escribí un poema que empieza diciendo: Son los últimos minutos de este día y termina en un verso que aun no encontré, en el que quiero resumir que debemos sentir que el plan se cumple, cualquiera que sea ese plan del que no somos dueños sino testaferros, donde creemos que ejercitamos nuestra voz y nuestro albedrío.

Si en realidad nuestra voz y nuestro albedrío son parte de un plan, debemos amigarnos con ese plan, porque al fin y al cabo nos excede. Vaya por donde vaya y venga por donde venga, debemos saber que es un plan que no hicimos y a partir de ahí aceptarlo sin demoras.

Surge la duda de cuál será el plan: el plan es lo que hagas, pero no sé si esto incluye el cómo sentirnos mientras lo ejecutamos. El plan debe ser sentirnos bien, debe hacernos sentir bien, porque si es el plan debe ejecutarse sin darle lugar al conflicto.

Conflicto es una palabra bélica pero adecuada. El conflicto surge cuando no nos sentimos bien, pero ese es el síntoma, la causa está en el desvío.

Si no nos sentimos bien, hay que hacer otra cosa.

Así de fácil.
Así de fácil.


III) Día de Reyes, 18:56

Meternos en la boca del lobo (en forma de pregunta) es lo que me preguntaba hace un rato y lo asocié con el poema inconcluso que suspendí anoche. Este meternos en la boca del lobo puede tener más de un plano de coincidencia con aquel ejecutar un plan sin parpadeos, identificar el plan y cargarle los cañones. ¿Cuál es mi plan más verdadero? Sin saber cuál es ese plan, a sabiendas de la duda, meternos en la boca del lobo. Es el propósito por estos días. Es el propósito precisamente actual. Y ocurren los pequeños milagros.





I) Día de Reyes, apenas empezado

Son los últimos minutos de este día
la evidencia de la cuenta regresiva
cuando caen gota a gota las palabras,
cuando la mente erra por caminos traslúcidos
y se detiene cada tanto en una forma que
a veces es una figura de nombre posible.

Permitir que el sueño y el cansancio se saluden
y distraerme de esas formalidades
para ver una luna joven cobrando vuelo
en el cielo al que estoy dando la espalda.

Sentir que el universo me conoce y me saluda,
que me contempla precisamente ahora,
que todo sigue un plan que no sabremos
nunca, nunca nos podrá ser dado el privilegio
de la palabra misterio, apenas las señales,
sabernos testaferros de la voz y el albedrío,
cargar a sabiendas los cañones de la duda,
meternos en la boca del lobo a rajatabla.

viernes, 4 de enero de 2013

Invisible


Atravieso el espacio entre las gentes
ignorantes de mí,
atravieso las gentes si es preciso
como una fila de átomos imperceptible,
niego y evito los saludos
salvo unos pocos con los que me reconozco
con una mueca pactada por las noches,
un reojo cómplice, un entenderse mudo.

Ando y desando calles y veredas
buscando una nube compañera que me llueva,
evitando los lugares comunes,
negándome a la caricatura de las sábanas
en las que descanso mi fantasma por las noches.

De nada sirve que canten los gallos,
no distingo mi sombra entre lo oscuro,
aun no comienza un nuevo día
y el sol no se ofrenda a la victoria.
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