viernes, 4 de noviembre de 2011

Pintar con las palabras

Como a muchos de los que he decidido leer, me impulsa a escribir la necesidad de expresar algo, exteriorizar, de hacer cátarsis de algunas cosas y de autoexorcisarme, si se me permite acuñar la expresión.

¿Por qué elijo la palabra?

Tengo, en primera instancia, un problema con mis manos. No es un problema de salud ni un tema serio, solo cierta torpeza al mover los dedos. Las pocas veces que intenté la construcción física de algo, terminé desilusionado, por mi incapacidad en llevar a la práctica la teoría suscribiendo el nivel de auto exigencia que me impongo.

Logré hacer algunas cosas con madera. Me gusta decir que la geometría es una ciencia exacta, pero la carpintería no. Así resulto que todos los estantes de 90 centímetros tienen algún milímetro de mas o de menos, que los tornillos nunca quedan equidistantes, que los banquitos con los que ayudé a mis hijos menores a sentarse a la mesa (unas construcciones que se apoyan sobre la silla y les permiten ganar los centímetros necesarios) hechos a partir del mismo plano son dudosamente parecidos entre sí, y dudosamente simétricos.

No hice muchos intentos con materiales físicos, pero me reconozco y asumo desprolijo. Nunca un redondel es redondo, ni un ángulo recto perpendicular, entonces, mi capacidad de crear en estos rubros está limitada por mi incapacidad técnica. Veo, imagino, diseño, pero a la hora de plasmar, mi voluntad es tergiversada por mis manos.

Hay alguna diferencia entre ser y simular. He visto por ahí unos cuadros de Miró, muy bonitos, fondos azules con lunares rojos, y pienso "yo podría haber pintado eso"; claro que no se me ocurrió, tampoco se si lograría ese azul y ese rojo, y aunque así hubiera sido, que yo lo invente y encuentre los colores, me consta que Miró además sabía dibujar en forma realista una cara o un caballo, es decir, no solo tenía el ojo y la sensibilidad y la inspiración para dejarnos las obras que nos dejó, sino que además tenía la capacidad técnica de hacer las otras cosas.

A partir del arte moderno, abstracto, no figurativo, muchas personas tienen la posibilidad de poner pintura sobre una tela y llamarse artistas, pretensión que no me adjudico. No tengo ni la pericia técnica, ni el nivel de inspiración trascendente, ni la constancia, ni el método. Aprendí a hablar bien, y trato de escribir de buena forma, y disfruto tanto escribiendo como releyendo lo que escribí. Pero de ahí, a decirme escritor o poeta, hay un salto de distancia que considero digno de un impostor.

La palabra, especialmente la palabra escrita, me da la posibilidad de escribir y reescribir. Mi caligrafía es horrible, nunca tuve buena letra, por lo que prescindo del papel, salvo para apuntar alguna idea que no quiero perder de vista. Los años de teclear y teclear me anquilosaron los dedos, y agradezco al inventor del teclado haber puesto la tecla BackSpace, sin las cuales esto sería un mamarracho imposible o difícil de entender. (seruia un mamarrqacho imposiblke o difícil de entenrer; no siempre me sale tan mal como esta parte que dejo de ejemplo).

Entonces, el don de la palabra, y las ventajas de la técnica, me ayudan en la decisión de cómo sacar mis demonios afuera. Además es gratis, además es universal, además es inmediato.

Volviendo un poco atrás, a lo de las imposturas. Aquellos que hayan leído alguno de mis versos, verán que hay un lenguaje y un modo de decir que se mantiene. ¿Podríamos llamarlo "estilo"?. He leído por ahí algunas cosas que me han gustado más y me han gustado menos, y he visto rumores de aprobación a cosas dignas de olvido.

Hace unos días, pensé en escribir un poema en otro estilo, como ejercicio, con un lenguaje más cerrado. Cuando lo leo como si fuera ajeno, me gusta, pero debo reconocer que no estoy seguro de que quiere decir, si es que quiere decir algo, solo dejé caer palabras y versos como pinceladas, sin mayor intención. Parece algo surrealista.

Sacrilegio

La sangre y tus lágrimas,
y las esquirlas del lecho derramado,
evidencian un discurso inasible,
disimulan las carencias a la razón,
y desvisten el agua y el aceite.

Cercenar la carne del crepúsculo del día,
ver su singular color amarronado,
con tus ojos cerrados y vacíos,
escuchando el eco de canciones terminadas,
diligencias de otras voluntades.

Por fortuna o por razón o por capricho,
tensar el músculo y gritar verdades,
disfrazadas de acertijos y poesías,
salar el vino y rebajar la carne,
festejar lo necio y la vergüenza.

Dudé, en algún momento, en publicarlo sin avisar. Ahora, unos días después de haberlo escrito, lo que pergeñé como un mamarracho burlón casi me gusta. Quizás algún día cambié mi estilo por este. Y lo sigo leyendo, y creo que hay alguna idea no lo suficientemente escondida, pero que sin esta última advertencia probablemente pase desapercibida.

4 comentarios:

  1. Leia tus hazañas carpinteras y me decía: Ves Ato? no sos el único. Pero bueno, la gente se apiada y bajo el salvador paragüas de "rústico" hemos zafado.
    Y bien por lo escrito. Si tu carpintería es así, yo me animaría a sentarme sobre un banquito tuyo.

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  2. Yo era el terror de mi clase de manualidades!!!! Un desastre total, pero seguia intentándolo...
    Por cierto soy Pérfida
    Un saludo coleguita

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  3. Bue.....soy el desastre mayor con estas dos manos enormes que tengo. Torpes....rompen todo. Y con la poesía no te puedo ayudar mucho.....la mayor parte de las veces la siento extraña....inalcanzable. Me han dicho que lo intente.....pero no puedo.
    Escasamente puedo aportar que salar el vino y rebajar la carne los tengo como ejemplos de sacrilegio. Un abrazo!

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  4. He vivido momentos carpinteriles como el que describes. Vivi otras complicaciones a resolver con las letras. Al final de todo queda la vocación y nuestra naturaleza persistente.
    Observa el caso de Milán Kundera, escritor y carpintero. Artista y maestro en ambas disciplinas. ¿Que hizo? Trabajó.
    Lo mismo podemos hacer si no renunciamos al infinito del camino.
    Bravo por el verso. Sí puedes.

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