jueves, 17 de noviembre de 2011

Sentí el placer de estar bien.

Sentí el placer de estar bien.

No es que crea en esta frase, o deje de creer en ella.
Pensándolo mejor, si creo, y si adhiero, completamente. A las seis palabras, al resto no.

Me cuesta ponerme a hacer un análisis de la oración, sin tener presente su contexto oculto. Cuando Argentina era un país subdesarrollado o del tercer mundo o en vías de desarrollo o no alineado, teníamos una industria láctea no tan concentrada ni profesionalizada, con varias marcas de alcance nacional, entre las que destacábamos "La Serenísima", el Rolls Royce de la leche y sus derivados.

Después nos sumamos al primer mundo, algún peronista desleal desoyó la voz del general y en vez de "combatiendo al capital" nos quedamos "adorando al capital", y así nos fue. Llegaron desde el hemisferio norte los dueños de todo, la inversión extranjera, con la promesa de llevarnos a la tierra prometida, y nuestro orgullo lácteo se dividió y vendió por partes, de a pedazos, a unos franceses ávidos de riqueza, que ni lerdos ni perezosos, pusieron manos a la obra.

La línea de yogures descremados de La Serenísima se rebautizo "Ser", con un iso o logo o isologo de una persona estilizada, comenzando la inseminación subliminal de la falacia. Al poco tiempo, siguiendo lo que parece ser una estrategia de moda en las mesas de marketing, la marca Ser se convirtió en una marca paraguas, debajo de la cual hay una línea cada vez más extensa de alimentos light, reducidos en calorías, saludables, y ahora incluye barritas de cereal, galletas, aguas saborizadas, y probablemente algo mas, pero como le he desarrollado cierto rechazo no le presto atención.

Esta frase es hermosa. Merece el premio Nobel de las propagandas. ¿Que hay de malo con Sentir, con el Placer, con Estar Bien, con Sentir el Placer, con que Estar Bien te de Placer para Sentir?. El problema es que estas palabras, a fuerza de ser reiteradas una y otra vez, han logrado sublimarse en el inconsciente de la gente asociadas a la marca Ser, propósito inconfeso de la propaganda del producto. Entonces, la indiscutible orden "Sentí el placer de estar bien", y la orden disfrazada de invitación "Volvé a sentir el placer de estar bien" tergiversan el significado, porque confunden, deliberadamente, estar bien con estar delgado, y estar delgado con comprar y consumir estos productos (e intencionalmente, no digo comer ni tomar, sino consumir productos, porque un litro de leche ya no es más leche, es un producto, donde el aporte de la vaca es cada vez menos importante), y el mensaje original adquiere otra lectura, que ahora si cuestiono.

Hoy se disputa, en el televisor y en otros lados, una dura batalla por convencernos de que hacer con nuestro dinero. En tanto sigamos las reglas, el capital nos da un poco de dinero, cada tanto, en forma de préstamo, para que podamos pagar nuestras cuentas y consumir; al capital no le importa que compramos ni donde ni para que, esas son las preocupaciones de sus distintos testaferros, que nos muestran la felicidad que podemos encontrar en un yogur descremado, o en un aparato para hacer gimnasia frente al televisor si el yogur no nos dio resultado, o en un televisor más grande donde veamos mejor la carne magra de los gimnastas felices y de la invitada de turno, saboreando una cucharada de leche cara y sacarina.

Las costumbres cambian con el tiempo. Hace varias generaciones, un vestido de escote generoso no significaba nada, pero cuidado con que se vean los talones; tener la piel pálida era un signo de belleza y un poco más que un poco de grasa entre la piel y la carne alegraba la vista, además de evitar incómodos choques de huesos y permitir un mejor contacto de los cuerpos, dándole mas y mejores opciones a nuestras manos.

Con el debido respeto de la palabra cultura, la obligación de ser esbelto es cultural, como la conveniencia de que las mujeres se depilen las axilas y la necesidad de que el cabello se vea distinto de como realmente es. La sociedad de consumo nos ha cubierto de carencias inventadas y problemas irreales, pero por suerte tiene soluciones a la venta para todas estas angustias existenciales, incluyendo para los casos periféricos y extremos alcohol, fármacos y libros de autoayuda. Esta faltando –y regalo la idea- la edición en fascículos del “Manual del suicida”, con miniaturas coleccionables a escala, reportajes a expertos e idóneos y secciones de Hágalo Usted Mismo, publicaciones en las que seguramente el capital nos ofrecería cupones de descuento de empresas de pompas fúnebres y cementerios.

Comencé este post para expresar otra idea, pero como saben mis amistades y quizás les he advertido, adoro las ramas de los árboles. El cuestionamiento que quería hacer no era en principio el anterior, y ahora que no veo más ramas en el camino, quizás logre desarrollarlo a continuación.

Hay gente que defiende el mismo lema, sentí el placer de estar bien, pero disiente con Danone en el concepto de estar bien y/o en el concepto de placer. Hay para quien estar bien es estar empachado, opinión compartible o no, pero es incuestionable el derecho de cada uno a adherir; hay para quien el placer pasa por acostarse sobre clavos o ayunar o jugar a las cartas o emborracharse o sentarse a leer o a escribir o dar diatribas, gustos que yo me excuso de decir si comparto o no, respetuoso del disenso y sin ánimo de influir sobre sus preferencias personales.

Soy de los que les gusta la buena mesa. Me gusta comer y beber, me gustan los excesos, hasta los no saludables; no reniego de la indescriptible sensación de dejar que un pedazo de buen chocolate se disuelva solo al alcanzar la temperatura del cuerpo en nuestra boca, y cuando en las fiestas considero que es tiempo de dejar de beber, suele haber un par de copas aun no trasvasadas desde el aparato digestivo al sistema circulatorio.

Lo que quería hacer acá es una crítica del movimiento contracultural, que parece defender más la ventaja de tener kilos de más que el derecho a tenerlos o no, posición que no comparto; o mejor dicho, pregona como superior el placer de la ingesta a voluntad y descree, quizás por compartir mi rechazo al mensaje publicitario, de la posibilidad de que estar delgado es una forma, y como forma válida para algunos, de estar bien y de sentir placer.

Después de llegar, con 47 años y 1.69 metros de estatura, muy cerca de los 100 kilos, con una panza cuyo tamaño me estorbaba seriamente, decidí bajar de peso. Con algún "No gracias" a desgano, me mantengo en los más armoniosos 80 kilos, y gracias a ello, he recuperado algunas posibilidades, como la predisposición al ejercicio y la resistencia física, que considero ventajas y alguien agradece.

No se trata de estar delgado ni de estar obeso, ni de consumir lo light ni de ganar kilos tampoco; se trata de disfrutar lo que uno hace, aunque sea disfrutar del sacrificio, y de poder elegir que hacer, y si me permito la osadía de pontificar desde este púlpito, solo será para dejarles esta indicación, que tiene forma de paradoja: hagan lo que quieran, incluyendo desoír esta recomendación, salvo que no tengan ganas.

1 comentario:

  1. Qué buena entrada, te despachaste a piaccere y me encantó, me tienen repodridas las propagandas de yogures y cosas que te van a hacer "sentir bien", que está buenísimo sentirse bien, obvio!! Salvo que seas medio mazoca, quien no quiere sentirse bien? Lo que me aburrió es que se haya naturalizado "esa" manera de estar bien y si vos tenés alguna mas personal, pertenecés al grupo de los raritos.
    Los hombres han entrado en esa variente hace un rato largo, pero las mujeres hemos sido carne de cañón desde que la publicidad existe. Para ser feliz en tu matrimonio tenés que tener una cocina X, un freezer tal, un lavasecarropas con centrifugado y secado instantáneo, un lavaplatos1!!! Y no digo que no esté genial todo eso, lo tremendo es que te hacen sentir que si no tenés todo eso sos un gilastrún. Yo me siento mas gila si no tengo un libro por ejemplo, de verdad que me agarra como angustia si no tengo nada para leer, leo algo que ya leí y lo resuelvo hasta que contraataco y me voy a un sito de viejo que adoro y arraso. Y si no te vas a determinado lugar de vacaciones, o si no te comprás tal marca de ropa o zapatos italianos, o perfume frances (y eso que adoro los perfumes y tengo, pero si no tengo, no me deprimo por eso)...
    Lo que jode es la naturalidad con la que mayoritariamente la gente entra en esa variante de la felicidad que te vende stamateas o como se escriba o el yogur diet, o esa forma de estar bien que a los únicos que les hace bien es a los dueños del mercado.-

    Besos!

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