viernes, 13 de enero de 2012

Sorpresa

Estás fría, ausente. No quería que te fueras tan rápido; me quedaron algunas cosas por decirte, atragantadas.

No sé en qué momento te perdí, en qué momento decidiste elegirlo. Nunca me contaste tus razones. ¿Debí creer lo que te oí cuchichear con tus amigas, a las que les decías que querías vivir al lado de una persona “normal”?. ¿Eso querías?. ¿Y yo qué? ¿Soy anormal?. No existe tal cosa, no existe tal concepto. No hay gente normal o anormal. Hay gente que se porta como vos esperás, que hace lo que vos esperás –casi lo mismo que tus deseos-, que hace lo que le dijeron sus padres y sus abuelos, sus maestras y sus catequistas, y gente que no. Hay gente que considera que un ramo de flores es suficiente sorpresa, y gente (me incluyo) que desconfía de las sorpresas menores.

No sé qué le viste. A mí nada en él me llamó la atención. Desde que supe de su existencia, hasta la última vez que lo vi, con su cara de vaca boba entrando al matadero. Ese día estaba solo. Apenas me vio, me reconoció. Yo solo atiné a mirarlo y descargarle un insulto que no pudo responder. Murmuró o balbuceó algo incomprensible, un hilo de voz apagado, con una mezcla de vergüenza en la cara y miedo en la garganta. No sé si me conoció por alguna foto, o si nos habrá visto juntos alguna vez, ni cuantas veces me habrá visto salir de casa mientras te esperaba. Yo sí, debo confesarte, los vi juntos. Nunca te lo dije, y sé que ahora es un poco tarde para esa formalidad. Quizás si te lo hubiera dicho apenas lo supe podríamos habernos salvado todos. Quizás si no te hubiera ocultado la verdad hubieras entendido. Lo descubrí hace más o menos un mes, de casualidad. Cuando lo supe, supe también que hacía mucho que se trataban. Flor de cobarde resultó ser tu tipo normal. En cuatro años largos, no tuvo el valor en plantarse ante mí y reclamarte. Lo enfrenté, pero no se bancó el cara-a-cara, y desapareció, se escondió bajo la tierra.

Fui testigo de cómo te alejaste de mí después, poco a poco. Sé que te sonreías cuando lo imaginabas, recreando sus encuentros. Sabía entonces que tu corazón no estaba conmigo, pero no que se iría detrás de un recuerdo. Nos acercamos al infierno un poco más. Vos, cada día más ausente y más triste, y yo, cada vez más silencioso e impaciente. Lo extrañabas, lo sé. Cada día te dedicabas a su memoria. Él. Él. Él. Una mezcla de ausencia permanente y de presencia constante, un fantasma sobrevolando, acechando, espiándote, espiándonos. Ahora eras vos la que esperaba que yo salga de casa para dejarlo entrar a hacerte compañía. Sé que te desvestías y duchabas para él, sé que te quedabas acostada, adormecida, esperando –que cosa inútil- que se armara de valor para meterse en mi propia cama.

Sabía que vos sí querías irte con él. ¿Eso planeabas, no? Eso entendí, y aunque no lo puedas creer, a mi manera, te dejé libre y te ayudé. Andate, buscalo por tierra y mar, y reúnanse de nuevo, vos y él, en el cielo o en el infierno. ¿Que diferencia hay?.

Seguiré mi camino sin vos. Intentaré olvidar tu última mirada, incrédula, cuando te eché de mi mundo, este mundo, sin decirte estas palabras. ¿Para vos también fue una sorpresa, no? ¡Él tampoco sabía del revólver!

6 comentarios:

  1. SORPRESA!!! La verdad que si y con ese final mas!!! me gusto!!!

    ResponderEliminar
  2. Pffff, qué relato...Será que hoy estoy tan triste que me fue como anillo al dedo todo, incluso el final.

    Besos!

    ResponderEliminar
  3. Hay caminos que no queda más remedio que recorrer solos..y esperar que nuevamente salga el sol.

    Un beso

    ResponderEliminar
  4. Sorpresa!!! Tuve al leer tu relato, me impacto, no sabia de este atributo tuyo!!! lograste que me enganchara hasta el final.
    Muy bueno Juan te felicito.

    ResponderEliminar

Prefiero no recibir comentarios anónimos y sin firma.
Si no tiene una cuenta, invéntese un nombre de fantasía.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...