martes, 13 de diciembre de 2011

La obra de mi vida

Con el método de los ingleses de antes,
he explorado toda tu geografía,
continente por continente,
desde el polo sur de la punta de tus pies,
y el círculo polar antártico de Aquiles,
hasta el extremo norte de tu frente;
te he circunvalado de este a oeste,
por los confines de tus brazos extendidos,
comerciando entre oriente y occidente,
comparando la simetría de los hemisferios,
verificando el número y orden de los husos horarios,
y que los trópicos sean paralelos entre sí.

El meridiano de Greenwich y tu Ecuador,
se cruzan en el centro umbilical del universo,
a humanas distancias de los imperios conocidos,
la Grecia de todos los saberes,
la China de todos los misterios,
el Egipto de todos tus perfiles,
y la Roma de todos mis caminos.

Pisé tus nieves eternas,
fundí el hielo de los glaciares testigos,
nadé en tus lagos dulces y salados,
navegué en tus mares,
bebí el agua de tus ríos,
puse nombre a tus manantiales y nacientes,
contemplé las cataratas majestuosas,
descubrí los acuíferos y el géiser,
y me detuve paciente debajo de cada una de tus nubes,
procurando ser bendecido con tus lluvias,
esperando renovar nuestro bautismo.

Coroné tus sierras europeas,
recordé la Mesopotamia en tus costillas,
vi la lava arder en los volcanes,
me sepultaron aludes en tierras inundadas,
sobreviví a terremotos y erupciones,
encontré un oasis en las piedras del Sahara,
me extravié en lo más profundo de tu Asia,
rodé por los prados y las colinas y tu vientre,
disfruté de la sombra y la hierba de tu espalda,
recorrí todos los túneles del mundo,
llegando al magma en el centro de la tierra,
conocí Atlantis, Jerusalén y Babilonia,
hice cumbre en todas las montañas,
y descendí de ellas serpenteando los caminos.

Probé todas las comidas ofrecidas,
baile todas las músicas,
sentí el olor de las flores y las mieles,
gocé el alivio del sol debajo de todos los árboles,
tuve todas las edades,
hablé todas las lenguas y dialectos,
habité palacios y cavernas,
fui cristiano, judío y musulmán,
y me postré convencido ante becerros y dioses,
-incluyendo quizás al Verdadero-,
sin saber ni que me importe,
si son todos el mismo o todos falsos.

Estudié todos tus cielos,
reconocí e inventé constelaciones,
el Cinturón de Orión rodea tu cintura,
tus senos serían las Osas Mellizas,
-Felixia es enteramente nueva-,
y tus ojos alternan los signos del zodiaco,
como un caleidoscopio según la luz del día;
perdí la cuenta de las estrellas fugaces,
pero supe memorizar la órbita de los cometas,
hallé más señales además de la Cruz del Sur,
y vi tu rostro en la otra cara de la luna.

Me propuse a mí mismo,
escribir la enciclopedia absoluta,
un compendio de todos los mapas posibles,
una colección de gramáticas,
un diccionario con todas las voces,
un inventario de todas las medidas,
un catálogo de tus poros y tus horas,
la historia infinita de la civilización;
confío en robarle tiempo a lo eterno,
para dejar testimonio de los gestos,
y concluir la biblioteca de tu cuerpo.

2 comentarios:

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