jueves, 1 de diciembre de 2011

Asociación de ideas

Repiten una propaganda, hoy día, de un proveedor de internet, donde una cosa te conecta con otra cosa que te conecta con otra y con otra y otra y otra y otra más que te conecta con la primera, y entre la primera conexión y la última, se cierra una idea.

Este mecanismo se reproduce, curiosamente, en las dos manifestaciones más disimiles de la inteligencia; encuentro una gran similitud entre las sinapsis y los hipervínculos, y así como navegando por internet nos vamos de una punta a la otra, siguiendo links, entramos a Google buscando una receta de postrecito de chocolate y terminamos leyendo una nota absolutamente prescindible de la revista OhLaLá, así también nuestro cerebro se pone a trabajar sobre una idea y nos encontramos pensando en cualquier otra. Para quienes me conocen, esta capacidad de pasar de un tema a otro sin conexión evidente o aparente, o esta incapacidad para ceñirme a una línea narrativa, es un poco lo mismo.

Ayer, Google homenajeo a Mark Twain. Durante mi infancia, leí y releí Las aventuras de Tom Sawyer, con quien la identificación fue plena, leí también Las aventuras de Huckleberry Finn y Cinco semanas en globo; hasta supe comprar en la feria de Plaza Italia la autobiografía de Mark Twain, en dos tomos, que leí más de una vez, pero de la que solo recuerdo que quiso criar cerdos mal asesorado, en una granja con piso de cemento, donde los animales se le murieron de frio.

Leí un montón de otras cosas propias para la edad, Moby Dick, Gulliver, versiones resumidas de Julio Verne, y algunas cuantas cosas impropias y/o inadecuadas para la infancia, no vayan a pensar que este resultado es solo suma de buenas influencias.

Pero, si debiera rescatar un libro de mi niñez, sería Tom Sawyer, en la versión/traducción de la colección Robin Hood, tapas duras y amarillas, porque estará bien que en España la tía use gafas, pero en Argentina las tías usan anteojos.


Y si debiera rescatar un segundo libro, sin ninguna duda sería La biblia contada a los niños; no sé cual sería el tercer libro a rescatar, ahí la elección se pone mucho menos clara, me quedo con esos dos, todos los demás están lejos, lejos en la elección.

Esta biblia, también la leí como un libro de aventuras, yo fui el principal protagonista de todo el antiguo testamento: yo construí el arca, yo derribé a Goliat de un hondazo, yo sostuve las murallas de Jericó a fuerza de trompetas, y por supuesto, también fui yo quien separó las aguas del mar para que lo podamos cruzar.

Y de todo lo que fui, también fui el hijo prodigo, el que recibió por adelantado su herencia y la malgasto, para regresar luego del error, sin reclamar otro derecho que el de pedir perdón, a la casa paterna, dudando de si podría volver a ser la suya, para ser recibido por el padre de la parábola (que también fui), dispuesto a la disculpa completa y generosa, a organizar la fiesta del retorno sin permitir que el tamaño de la ofensa lo distraiga de la voluntad del olvido.

Y decía al principio, vamos hilvanando ideas, pareciera que sin ton ni son, hasta que de pronto los extremos se tocan, y entonces es tiempo de mirar dentro del círculo a ver si quedo ahí dentro alguna idea que sirva para algo, como cuando se recoge el mediomundo del agua, y confíamos pero no sabemos si quedará algo de provecho entre los presentes del mar.

2 comentarios:

  1. Creer o no te había dejado un bonito comentario que no se qué toqué y borré, jejejé!

    (esto me pasa por quedar atrapada en el círculo con la maldita idea agarrada de las pestañas y no saber cómo llevarla a cabo, grrr)

    otra vez será
    sigo saltando de idea en idea a ver si así...

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  2. Qué bonito lo cuentas. Yo hablé el otro día de algo parecido, de saltar de una idea a otro, pero con mucha menos hondura, más en plan broma. Yo hago eso mucho, voy saltando, pero hay un "hilo narrativo" aunque quizás sólo yo sea consciente.
    Fíjate que yo los libros primeros que recuerdo, los de más chiquitina, son tebeos. Leía muchos ttebeos, unos que se llamaban Don Miki y que nunca se acababan... eran 2.000.000 de ejemplares la colección, por lo menos, jajaja. Y los comprábamos en una humilde feria del libro. Allí me compraron también el Quijote para niños, y a mí me pareció que aquello era un acto muy solemne, que tenía en mis manos una especie de herencia patria que ahora recalaba en mí. Yo de chica ya estaba con la cabeza en la nubes... y como dice una amigo mío, "todo esto me pasa por leer tanto". Joder, leía ya con 3 años... lo raro es que no esté peor de la cabeza! jajajaja.

    Un abrazo!

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