domingo, 23 de octubre de 2011

Pendientes

Suena pomposo decir arte,
pero sin duda, no es oficio,
el desgrane de las letras que se caen,
una tras otra,
se suceden,
aparecen,
las palabras que me piden ser escritas,
sin que las piense o las mida,
sin que las rime,
procuran mostrarse sugerentes,
evocar sensaciones,
formular juegos,
encontrar significados.

Escribo así como me sale,
porque me sale,
porque no puedo guardarlo.

He intentado escribir con un propósito,
he intentado explayarme sobre un tema,
y me salen notas de periódico,
artículos de Selecciones,
palabras sin alma,
destinadas al ocaso.

Tuve algunas ideas geniales,
como comparar nuestro juego,
con un gran ajedrez,
con un gran coito,
y si hubiera podido en ese momento,
podría releer hoy un cuento memorable,
no me alcanzaba la voz,
para pronunciar las palabras,
que ya pasaron,
que ya no están.

El ajedrez con un rey y una reina,
y trebejos ausentes del tablero,
contigo inventando enroques,
y peones voladores,
y caballos de paseo,
y ojala un día,
vuelvan las palabras.

Explicar lo del coito es más difícil,
los preludios, los amagues,
los detente pero sigue pero no,
los momentos en que todo vale,
pasar de lo suave a lo enérgico,
cambiar de ritmo y de enfoque,
dejo tus versos y paso a tus canciones,
que descanse Whitman que le toca a Neruda,
arremeto a fondo, y me retraigo,
dejamos caer los antifaces y ya sabemos,
que los modales de una señorita,
conviven con las urgencias de una dama,
la gente que estaba por ahí,
quiso irse por las buenas,
aunque quizás quiera escuchar,
el crujir de la madera,
y ahora sabes lo que siempre supe,
y manejas el ritmo,
y decides,
si grave o esdrújulo,
si dodecasílabo o en prosa,
si castellano o francés.

Me quedarán como deberes,
retomar estas metáforas,
capturarlas para siempre,
cuando pasen cerca.

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