viernes, 3 de agosto de 2012

Viernes gris

Es viernes, y me asalta un humor de perros. En un primer momento, paso revista al día, y no ha sucedido nada especialmente serio o grave o malo para que me gane esta sensación de disgusto; alguna que otra contrariedad, pero cosas nimias. Poco me importa en realidad que el perro del vecino ensucie y que el vecino no limpie, tampoco me afecta no haber tenido la suerte de ser atendido sin demoras en ese local, ni haberme dejado ganar por la impaciencia y retirarme, ni el encono de mi hija mayor por no tener hoy su nuevo teléfono. Podría darle entidad a las lombrices a las que la humedad obliga a salir del piso, prestas a solidarizarse entre ellas y estorbar revolcándose en mi camino, inoportunas, o al reiterado y previsible –comprensible quizás- destrato que recibo en cuotas, pero mi ánimo esta templado en todas estas agonías y no reconozco en nada de eso un filo capaz de lastimarme.

No ha sido un mal día, en modo alguno. Pude terminar o casi un nuevo espejo, con un nivel de prolijidad y paciencia dedicada que me sorprende, y cerré la tarde con importantes avances en uno de los dos costados que mas me duelen, aunque no pueda aplicar aquí el saber popular –lo urgente no deja tiempo a lo importante- porque es un costado urgente e importante y necesario también, aunque en menor medida que el otro, el que no logro sanar, lo mire por donde lo mire.

Quizás esta promesa de luz al final del túnel sea lo que acaba de aclarar las causas de este malestar, tal vez causa única, y cruel paradoja, esta sensación áspera se debe a la falta que me hace ver el sol. Todas las horas fueron grises, y en el momento del día en que el sol está más alto, a la hora de asomarse y entibiarse, un eclipse inoportuno me privó de sus caricias, y la peligrosa perspectiva de no verlo un par de días lo explican todo.

1 comentario:

  1. El gris toma color en el momento menos pensado, porque no depende del sol, sino de nuestra mirada. Creo que somos nosotros los que iluminamos la vereda, el paso, los días.

    Cuando andamos apagaditos, perdemos los colores, pero no es que dejan de estar.

    Ojalá puedas lavar el gris de los días venideros.

    Saludos!

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