sábado, 11 de agosto de 2012

Yo Soy, Yo Hoy

Del derecho y del revés, 
uno solo es lo que es, 
y anda siempre con lo puesto. 

Soy.

Tenía interés y algunas ideas que quería dejar registradas para poder compartirlas, si después de una tarea de desgrabación y ajuste fino aun las encuentro interesantes. Esta es una confesión innecesaria -la que acabo de hacer- porque el sólo hecho de que esté leyendo esto demostrará que si las consideré interesantes, o que no me importó nada y decidí exhibirlas igual, aunque en este caso no será con cierto orgullo sino con cierta impudicia.


Hablar de lo que soy es tan difícil, pero no porque esta sea una pregunta que nunca antes me haya hecho; de hecho me la he hecho en muchísimas oportunidades. No recuerdo muy bien las respuestas que me he dado o que he encontrado cuando analicé la sencilla pregunta de qué soy, pero es muy probable que las respuestas hayan cambiado y no sólo por aquella fábula del río y uno y que todo cambia. No quiero poner el énfasis en los cambios de uno mismo, sea lo que sea que soy hoy no soy lo mismo que hace un tiempo y no soy lo mismo que seré dentro de un tiempo si la vida me concede algo más que el día que comenzó más temprano, sino en que uno tiende a ver las cosas en función de lo último que le haya pasado, uno tiende a entender las preguntas en función del entorno en el cual las recibe, y entonces uno es en función del auditorio y del contexto. En una entrevista profesional, en una reunión profesional, uno puede ser un arquitecto o puede ser un médico o puede ser un profesor o un albañil, y en otra situación uno puede ser simpatizante enfermizo de un club de futbol y ser bostero o ser gallina o ser millonario o ser canalla(1) o ser leproso o lo que fuera. Uno puede ser tantas cosas de tantas maneras posibles y uno es tantas cosas de tantas maneras posibles que cualquier intento de condensar la descripción en algunos pocos vocablos es necesariamente insuficiente, es necesariamente infructuoso y es necesariamente inútil.

Hace un tiempo, en algun texto o algunos versos seguramente de mala factura hablaba de una esfera como un poliedro regular de infinitas caras. (Para acercar esto a quien lo precise, un poliedro es un cuerpo de muchas caras y un poliedro recto es un cuerpo de muchas caras planas; el ejemplo más simple de un poliedro recto regular, un poliedro cuyas caras son todas idénticas, es el tetraedro, un poliedro de cuatro caras, una pirámide de la que tanto su base como cada una de sus –otras- tres caras es un triangulo equilátero; el poliedro regular más conocido es el cubo(2), aunque su nombre matemático seria hexaedro. Hay otros poliedros regulares, el octaedro, de ocho caras, el dodecaedro de doce, y seguramente debe haber una lista larguísima si no infinita de poliedros regulares). La analogía que planteaba es que uno dice “soy algo”, y cada uno de esos algo que uno encuentre para decir de si mismo ocupa una cara del poliedro, y tenemos tantas cosas que somos que cualquier poliedro cuyo número de caras pueda ser precisado será insuficiente. Me gusta pensar que somos esferas, poliedros regulares de infinitas caras, y en cada una de estas caras dice algo que somos.

Soy. Soy muchas cosas, una de las cosas que soy, quizás todas las cosas que soy, soy mis ideas. He leído, no quiero decir que he leído mucho porque quisiera haber leído mucho más de lo que leí, pero soy un poco Benedetti, soy un poco Borges, soy un poco Mark Twain, soy un poco cada una de las voces que leí, y estos días estoy siendo Cortázar, que es el último escritor que descubrí, con el cual encuentro una serie de coincidencias que –soy pretencioso también- quiero ver como semejanzas

Cuando leía Borges el año pasado y escribía algunos poemas, yo sé que esos poemas y otras cosas que escribí en aquel momento traían algo de Borges, podría decir olor a Borges (aunque quizás exagere en mi vanidad). Leí Benedetti, y algunas cosas que escribí podrían parecerse. Pero si hoy debiera hacer un ejercicio y plagiar a un escritor, escribir algo tratando de que parezca escrito por algún otro escritor, mi elección sería Cortázar. En su manera de hablar y de escribir, que son indudablemente similares, hay una serie de detalles y de cosas que me fascinan y que me animaría a asumir como propias. Yo pienso, por poner ejemplos de lo que digo, que me gustaría escribir como Borges pero creo que no me saldría escribir como Borges, me gustaría escribir como algunos otros escritores y no sé si me saldría, pero tengo la sensación de que si quisiera escribir como Cortázar si podría, aunque no podría ciertamente igualar su genialidad y quizás no podría siquiera igualar su factor sorpresa, en el sentido de que no sé si podría inventar una manera de escribir que sea una sorpresa para alguien. Hoy terminé de leer un cuento, La señorita Cora, donde lo curioso no es que el cuento está narrado todo el tiempo en primera persona -esto es habitual- sino que la primera persona en un momento es un niño púber, en un momento es la madre, en un momento es un médico, en un momento es una enfermera, en un momento es el amante de una enfermera que también trabaja en un hospital. Aparte de que el cuento en si es muy lindo la técnica en si es sorprendente, y no sé si se me va a ocurrir alguna idea tan original como esa o como escribir un texto que después debe leerse salteando un renglón, donde se leen primero los renglones impares y luego los renglones pares, o tomar el diccionario en una página cualquiera y escribir un párrafo con las palabras de esa hoja sacadas de contexto y de significado; no sé si podría, no se me ocurre como hacer algo que la gente diga “pero mirá, mirá vos, lo que ha escrito Juan”, no sé si podría sorprender así, pero salvando las distancias, el dejar que una lengua vaya y venga y lleve y traiga, y que un texto parezca perderse en algún lado y volver sobre sí mismo, creo que eso podría imitarlo porque lo hago hasta sin intención, normalmente hablo así llevando un discurso que recorre distintos hilos y contrapone situaciones y organiza silogismos sin que yo me de cuenta, de la misma manera en que él sin darse cuenta recubrió el costado de una biblioteca con fotos, postales y dibujos durante un año para percatarse de casualidad de que había dibujado una línea imaginaria desde lo alto del tablón hasta lo bajo, desde la niña que hacía no sé que hasta la cara de Armstrong, el excelentísimo cronopio, haciendo otra cosa.

Hablo con la penosa duda de no saber si lo que estoy diciendo lo dije antes o aun no lo dije. Si estuviera escribiendo sobre papel podría acudir a una relectura de las cosas anteriores, y si estuviera escribiendo sobre papel probablemente tampoco me hubiera pasado esto que me pasó. Por poder dejar mi palabra registrada a la misma velocidad a la cual florece en vez de escribir elegí grabar mi voz, lo cual me obliga después al tedioso ejercicio de la desgrabación, con resultado incierto, porque hasta que no lo desgrabe no conoceré realmente el posible valor que tenga esto para un tercero, evaluación que si usted está leyendo ya hice y fue positiva, y si no será tan sólo un borrador guardado en algún lado, inédito, del cual perderé dominio y control. Debiera si no me convence destruirlo, pero uno quiere tener siempre el testimonio de sus errores, se niega a olvidarlos; sé que si no me gustara debiera romperlo, pero no lo voy a hacer, porque soy inseguro también, y quizás a mi me parezca que no tiene valor pero de todas maneras no confío mucho en mi juicio y dejaré abierta la posibilidad de que alguien algún día lo encuentre y diga ¡mirá!, quién sabe si alguna de mis hijas, quizás la mayor, mi hija la mayor que es tan lectora. Si algún día puedo escribiré en una de las caras de mi esfera soy escritor de profesión, y hago la aclaración porque escritor ya soy, pero hago la aclaración de de profesión porque esa es una de las cosas que no se si seré, si tendré la fortuna de ganarme el sustento a través de la palabra, lo cual sería una alegría importantísima, prescindir de las obligaciones de un mercado laboral impiadoso de horarios y etiquetas y modales, un mercado laboral pretencioso de ritmos predecibles y normas respetadas; la alegría de poder ganarse el sustento haciendo lo que a uno más le gusta y siendo de todo lo que uno es lo que uno más desea.

Hay una idea que quería explicar. La había explicado en una grabación que no se hizo, porque apreté en algún momento sin darme cuenta el botón de interrupción. Decía en eso que ya grabé, y por eso hablo en este momento con miedo, y dudando de si voy a repetir y generar un texto en el cual la gente encuentre duplicidades innecesarias y en el peor de los casos molestas reiteraciones. En eso que ya grabé, o que ya hablé y no grabé para ser más precisos, le había rendido homenaje a un par de cronopios que conozco hace unos meses y considero amigos desde hace poco. Estuve escuchando una larga entrevista a Julio Cortázar hecha por un periodista español hace unos años, unos cuantos años más de los que lleva muerto, escuchando su voz, sus anécdotas, las reiteradas referencias a Paris, ciudad omnipresente en gran parte de Rayuela y en otras muchas de las otras cosas que hasta ahora he conocido. Él ha vivido Paris de la manera en la cual me parece que Paris merece ser vivida, él ha vivido el Paris subterráneo, el Paris oculto, el Paris de los inmigrantes, de los intelectuales, de los marginales –es una palabra que mucho no me gusta, menos aun me gusta la palabra marginalidad, me suena casi una voz policial- él ha vivido el Paris de las almas que se encuentran a compartir cultura, cultura en el sentido más amplio de la palabra y cultura en el sentido más valioso de la palabra, y digo valioso en la acepción que un cronopio le daría a esa palabra. No es lo mismo lo valioso para un cronopio, que puede ser el pez fosforescente del que habla en el Elogio de la idiotez que lo que puede ser valioso para un fama, quizás un auto, de lo que puede ser valioso para un esperanza, que no se me ocurre que pero seguramente debiera poner aquí algún ejemplo doméstico y familiar. Él ha conocido ese Paris y este par de amigos, con los que he recordado viejas épocas y he desempolvado viejos Juanes, también. Este Paris es un Paris que no está tan a la vista, no imagino nunca a un turista japonés o americano con su cámara de fotos descubriendo este Paris. Cuando le comentaba a mi amiga Bárbara el Elogio de la idiotez y la imagen de Cortázar mirando los patos en el Bois de Boulogne sin saber yo que sería el Bois de Boulogne, el bosque de Boulogne me tradujo ella, y escuchar que me dice que lo cruzaba todos los días, digo, eso es conocer Paris, de la misma manera que conocer Buenos Aires no es ir a la calle Caminito, sino vivir a cuatro cuadras de la calle Caminito. Paris no es la tour Eiffel, Paris es otra cosa, que Cortázar conoció y mis amigos conocieron y que yo –apenas- supongo imaginar.

Me hubiera encantado cuando abandonamos a la carrera el archipiélago nipón con mi hermano recordar lo que me había propuesto poco antes de comenzar esa carrera de regreso a la seguridad que me parecía cómoda del Buenos Aires donde vivían mis afectos, y acometer la gesta de llegar a Europa, con 27 años, soltero, con un poco de dinero, en ese momento de la vida en el cual a uno no le preocupa la calidad de un techo o la cantidad de una comida y donde dormir en algo que no sea una cama no representa un dolor de espaldas a la mañana siguiente. Esta es una de las cosas que no fue, pero que me hubiera gustado que sea. Hoy se me hace como más difícil cruzar un puente cuando de este lado del puente hay unas jóvenes almas, mis hijos, mis proyectos de cronopios, a quienes no quisiera extrañar y a quienes no quisiera confiar en mi ausencia a una mujer que tiene en partes iguales y mayoritarias las características de fama y esperanza.

Yo siento como un vacío en mi vida que es no haber vivido una vida más cortazariana. No sé cómo fue la vida de Borges, no sé cómo fue la vida de Kafka, no sé cómo fue la vida de nadie, pero sospecho un poco como ha sido la vida de Cortázar, por lo poco que escuché de su reportaje y por las inferencias y deducciones que hago de lo que leo, digo esa vida, una vida así me hubiera encantado. Hoy una amiga de la juventud, corrijo la expresión, una ex compañera de colegio de la juventud, de la que no fui amigo en aquel momento pero si quisiera ser amigo hoy (voy a dejar una pista, le gusta escribir, igual que a mí, y voy a dejar una pista inconfundible: si, vos, la que tocaba la flauta traversa y me hacia volar en el aire aunque yo el mérito se lo haya asignado a la persona de quien recordaba cantar en francés La vie en rose); hoy –venia diciendo- esta amiga Pato, sube una foto de Cortázar, donde él habla de sí mismo diciendo que no hace prácticamente nada más que cultivar algunas amistades y admirar algunas mujeres y que cada tanto todo eso hace plop y se cae como un castillo de naipes y entonces el junta los naipes y recomienza. Me encantaría que el resto de mi vida fuera así, ya que la anterior no fue de esa manera, o fue de esa manera hasta un determinado momento, y en un determinado momento me dediqué a falsificar la realidad para que fuera como yo necesitaba y cuando me di cuenta del error me fui hacia el otro extremo del péndulo, y hoy quiero ser un poco más cronopio.

Soy entonces un poco de esto, un poco de aquello, un poco de lo otro. Entre la larga lista de cosas que soy soy un poco cronopio, soy un poco fama, aunque esta parte no es de las que reconozco con orgullo sino mas bien con cierta indulgencia, soy un poco esperanza también; yo creo que soy más esperanza que fama, y soy más cronopio que esperanza, aunque haya estado intentando otra cosa durante tanto tiempo.

Todo lo que uno es ¿por que hace falta decirlo?. Que queremos hacer cuando decimos soy una cosa o soy otra. Según el auditorio al cual me dedique soy distintas cosas. Si me pusieran como ejercicio definirme en tres, cuatro atributos, me dijeran: señor Ceferino conjugue en tiempo presente en primera persona del singular el verbo ser y atrás diga las cuatro primeras palabras que se le ocurran, y diga soy esto aquello y lo otro, soy esto aquello y lo otro no van a ser lo mismo si se lo digo a un amigo, a una amiga, a una pareja, a un vecino, a un turista, a un sacerdote o a quien fuera. Entonces, a partir del momento en el cual empezamos a decir soy algo empezamos a mentir, porque destacamos una cosa y escondemos las otras, quizás entre famas y esperanzas tenga mucho sentido decir soy esto, soy aquello, soy lo otro; un fama seguramente nombrara su profesión, un esperanza seguramente nombrara su estado civil y su edad, y yo, que, digamos, soy presumido de lo que considero mis virtudes, soy cronopio, digo esto considerando ser cronopio una virtud, yo solo digo que soy esta voz, y agrego esta voz en este cuerpo, para quienes me conozcan personalmente.

(1) La palabra canalla también tiene otras connotaciones, y uno puede ser canalla o no, pero en general un canalla desconoce su condición hasta que sus víctimas lo anotician de su clase, momento a partir del cual ratificará el juicio popular negando serlo.
(2) La forma de cubo es fácilmente reconocible en elementos generalmente plásticos o acrílicos, popularmente asociados al azar, de aristas sutilmente suavizadas, cuyas caras tienen distintas identificaciones, siendo la convención más usual numerarlas del uno al seis, aunque hay ejemplos con plumas y coronas y otros sistemas de valorización. El común de la gente los denomina dados. 

6 comentarios:

  1. Me identifico mucho con tu relato, adoro a Cortázar y no sé si por admiración o de tanto leerlo también me le parezco.
    Te leí despacio, intentando no olvidar las acotaciones finales para el comentario y ahora, acá frente al cuadradito no sé qué decir mas que eso.
    Soy sencillita y de alpargatas e infinitamente contradictoria, porque cuando parece que me sale el fama o la esperanza asoma la nariz, me da un cronopiazo y chau pinela!

    Soy un ser redondito y húmedo y verde y floto sobre algunas manos, sobre algunos ojos distraídos y me gusta ser así, como una burbuja de jabón. Y a veces muy a mi pesar, me vuelvo una bola de uranio jajajja!! Los otros deben ver muchas caras en mí, desde las mejores hasta las que no me gustaría ni saber, pero yo soy así =)

    Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Una bola de uranio si, una bola huraña no!.
      ¿cuando grabamos?

      Eliminar
  2. Hola Fénix... vengo aquí porque me atrajo tu comentario en el blog. Evidentemente, no saber si vas a volver ni cuanto vas a quedarte es ciertamente la característica de un cronopio. De cualquier manera, si me gustaría que pasees cuando quieras. Por lo pronto, yo sigo el tuyo. Ah!! y, sin ánimos de ofender (sino para reírnos) pero, esta entrada me hace acordar a este video... http://www.youtube.com/watch?v=hGfwZdaRs44 Y no se es cronopio cuando se lo desea... se es o no se es. Abrazo!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tengo una mirada muy critica sobre mi mismo, y reconozco la situacion del video, y asocio dos temas en los que se bifurcaria una conversacion nocturna despues del 2° vaso de vino:

      1) Un documental de la TV alemana que ya no recuerdo hace cuantos años vi, que mostraba a un animal salvaje cambiando la postura en el momento en que ve una hembra de su especie, imagen intercalada con una filmacion de un museo, donde un visitante hace exactamente lo mismo en el momento en que entra una visitante a la sala; cambia la manera de mirar las cosas, pero se nota que mas que mirar las cosas se muestra a si mismo mirandolas.

      2) Un speech de Alfredo Casero en un programa que no era Vulnerables sino uno que hizo poco tiempo después, en el que le da a no se quien una disertacion sobre el poco impacto que la evolucion de la raza humana, de Neandhertal hasta aqui, ha tenido en cambiar las conductas primitivas: la hembra buscando al mejor macho posible y el macho a los codazos con otros machos buscando todas las hembras posibles.

      Eliminar
  3. JAjaja, creo que vi el segundo, es muy gracioso. De cualquier manera, calculo que entendés que fue una comparación más que nada aludiendo a una parte de tu post.
    Y ya que sos como yo un gran admirador de Julio... te cuento que en el año 2010 viajé a París... y sí, caminé por todos los lugares que el describe en Rayuela, sin saberlo, sobre todo el pont des arts, es algo fantástico, y esas callecitas chiquitas y hermosas que no tiene en ningún lado nuestro país. Después fui al cementerio de Montparnasse a saludarlo, y le dije Buenas salenas cronopio cronopio. Creo que Carol se puso celosa.

    ResponderEliminar
  4. ¿celos?
    Que cosa mas triste, necesitarse dueño de otra persona.

    ResponderEliminar

Prefiero no recibir comentarios anónimos y sin firma.
Si no tiene una cuenta, invéntese un nombre de fantasía.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...