lunes, 20 de agosto de 2012

Laberinto


Ya es un ejercicio reiteradamente predecible esta costumbre de grabar mi voz, desgrabarla y ponerla por escrito a ver si encuentro en lo que digo alguna perla. Como los mineros que buscaban las pepitas de oro en la arena que bajaba de los ríos en las películas del oeste, miro pasar palabras y palabras por un colador esperando encontrar una expresión, una frase, una idea que valga la pena el esfuerzo.


Pasé un gran día. Me pude dar el gusto de recibir en casa a una pareja de amigos; amigos recientes pero amigos profundos. Amigos ante los que me siento muy cómodo, porque una de mis máscaras descansa cuando estoy con ellos. Tienen la capacidad de perturbarme, en el mejor sentido de la palabra.

La magia que se produce al tratar con ellos tiene que ver con el cuestionamiento sano sobre el curso de las cosas. Me encuentro pensando que quiero hacer, y el factor que digo me perturba es el que hace que incorpore una variable más en la ecuación. Hay una puerta más en el laberinto, hay una opción más que me negué durante muchos años y se me hace evidente. No es que esta negación haya sido consciente, en modo alguno. Una negación consciente sería casi una decisión. No digo lo pensé y no, digo ni se me pasó por la cabeza. Yo, que siempre he dicho que tengo una deformación profesional de los años y años de dedicarme al análisis de sistemas, que es el instinto de evaluar todas las opciones identificadas, aun aquellas que a priori parecen inadecuadas, aquellas que uno ya sabe que no van a ser pero de cualquier manera las pone sobre la mesa y las mira y ratifica el prejuicio, o para decirlo de una manera menos cuestionable y quizás más fidedigna, uno juzga, evalúa, y ese juicio y esa evaluación enteramente nuevos coinciden con aquel juicio previo, que es una manera de decir prejuicio un poco más elegante.

No tuve en cuenta nunca seriamente la posibilidad de ganarme la vida de una manera que no tuviera que ver con la informática, los sistemas, la tecnología, la gestión de proyectos. Y sería injusto que la reiterada negativa del mercado laboral a considerar útil mi capacidad profesional me obligue en un acto de arrojo producto no del valor sino de la desesperación a tomar un camino que siento muy posible como mi propio camino. Se me ocurren (recuerdo) algunas frases comunes: el corazón tiene razones que la razón no entiende, que no tiene que ver en la interpretación que hago y a partir de la cual voy a plantear la analogía con el corazón y el amor y las razones del amor, tema que podría desarrollar pero no viene al caso ahora, sino con que hay cosas que pasan y no sabemos por qué pasan, hay cosas que pasan de una manera y no sabemos qué fue lo que hizo que esa sea la manera de que pasen las cosas, o si sabemos pero encontramos que hemos llegado a donde había que llegar pero por un camino que no era ni el previsto ni el previsible. Voy a contradecir aquello de que el fin no justifica los medios, porque en este caso en particular no le hace mal a nadie que yo encuentre mi lugar y mi camino de una forma inapropiada (lo miro de más lejos y digo: si estoy encontrando mi lugar y mi camino, la manera en la cual lo encontré necesariamente es la apropiada). Otra frase que me acordaba al mismo tiempo que decía lo del corazón y las razones (antes de decirla ya me acordé de su versión católica): los designios de Ala son inescrutables / los caminos del Señor son misteriosos. Yo tengo la sensación de estar llegando a mi lugar y no voy a cuestionarme si la manera de llegar fue o está siendo la que tendría que ser. Pregúntenle a un naufrago, cuando llega a una isla, si le parece bien la manera en que se salvó, como si cambiara algo que haya llegado nadando, agarrado a un palo o cabalgando sobre un delfín. Cuando uno está en riesgo, cualquier solución sirve. No veo nada objetable en descubrir mi vocación por descarte.

Podría reprocharle a alguien haberme persuadido de deshacerme de algunos intentos de poesía escritos hace muchos años, no porque pudiera presumir de un valor literario -muy cuestionable- sino porque ese deshacerme … ¡que palabra acabo de decir! … pensaba hablar de ese deshacerme de lo que escribí, pero ese deshacerme podría pensar que es de mi mismo, me des-hice.

Hablaba con uno de estos amigos los perturbadores de algo que le estorbaba porque correspondía a una parte de su pasado de la que no quería tener testimonios, y la duda era sobre cómo escribir deshacer, y la repregunta era si era des-hacer del verbo hacer o des-asir del verbo asir. Este reproche que podría hacer a otra persona y que en realidad debiera hacerme cargo y reprocharme a mí mismo, haber consentido algo que por ahí no quería sin resistirme, esto que en todo caso debió ser un des-asirme de unos escritos se convirtió en un des-hacerme de la afición por escribir. Llevo cerca de un año escribiendo, ahora que caigo en la cuenta. Lo que empezó como un juego de seducción a una vieja amiga de la juventud, una de las mujeres que en mi vida no fue, hoy se me ha convertido en una necesidad visceral de escribir, escribir y escribir; sobre esto, sobre aquello y sobre lo otro; sobre alguna noticia en el diario, alguna situación personal o sencillamente algo que no tiene que ver conmigo, o al menos no tiene ninguna connotación visible entre mi presente, mi pasado y lo escrito. Es probable que esté cumpliendo un año en estos días del piropo con el que empezó todo. Debiera revisar un poco y en todo caso mandarle un saludo a esta mujer. Cuando digo en este espacio en el cual dejo escrita mi voz Gracias a vos que vas echando chispas por el monte, esto tiene que ver con por un lado un dicho que entiendo es oriental, una chispa pequeña puede incendiar un monte de leña, y (por otro lado) pequeñeces, muchas veces son pequeñeces, las que despiertan la palabra. Algunos de mis escritos fueron consecuencia de una voz mínima, una palabra suelta, un apenas fugaz comentario. Si algo tienen los incendios es la dificultad de saber cuánto se van a propagar hasta que se apaguen, uno pone una palabra y atrás de esa palabra viene otra y atrás viene otra más y otra más y otra más y por ahí fueron cinco y por ahí fueron quinientas. Vos, que vas echando chispas por el monte, vos podes ser cualquiera. No ha sido cualquiera pero cualquiera tiene la posibilidad de decir algo que me provoque esta vocación. Vamos a ver que surge de todo esto. Veremos a que puerto llega este navío que aun no zarpa.

2 comentarios:

  1. Humildemente, yo creo que ya zarpó.

    Te deseo que arribes a tu mejor lugar, porque nadás/escribís/buscás el relato con desesperación.

    Saludos.

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  2. A mi me encantaron tus poesías. Como dice la frase, hay dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo. nunca hay que quedarse con las ganas, siempre hay que hacer. Hacer, hacer. En el mundo exterior es donde se plasman los anhelos. Sigamos chispeando!!!!

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