La diferencia entre querer y desear es intelectual. Lo que queremos es una construcción de nosotros mismos, lo que queremos es una idea, ponemos en lo que queremos una representación de un anhelo, de un faltante, de una necesidad y nos vamos tras lo que queremos. La diferencia entre querer y desear, la dije alguna vez, es la misma diferencia entre parecer y ser. Ser somos y eso en cuanto lo entendemos como una unidad indivisible y nos abstenemos de la tentación de enumerar las cosas que somos, el hecho de decir yo soy comprende todo lo que somos. El hecho de decir yo parezco es incompleto, el yo parezco precisa una explicación, precisa una voz posterior que identifique que es lo que parecemos. El parecer es el resultado de aplicar sobre lo que somos, sobre lo que es, nuestra visión que está cargada de historia, que está cargada de prejuicios, que está cargada de experiencias previas. Cuando alguien dice que las cosas son según el color del cristal con que se mire, miente, miente en el sentido de que hace una afirmación que es falsa: las cosas son del color que son y nos parecen según el color del cristal con que se miran.
Lo que uno quiere es lo que uno desea magnificado, distorsionado, deformado y a veces deformado hasta lo irreconocible por combinaciones de cristales y de espejos de distinta curvatura, de distinta nitidez, y entonces todos los fenómenos de la óptica se encuentran aquí. Se da la reflexión, entonces lo que queremos es el espejo de lo que deseamos, se da la opacidad y perdemos de vista el deseo, se da la aberración y lo que vemos en el querer es un deseo desdibujado, se da el fuera de foco y entonces del querer no tenemos nítido lo que deseamos sino otra cosa que está un poco mas allá o un poco mas acá. Llegamos tarde o temprano (en realidad tarde y digo tarde porque si notamos la diferencia entre lo que queremos y lo que deseamos es porque estuvimos queriendo lo que no deseábamos y entonces llegamos a la verdad después de un tiempo, y ese tiempo es el tiempo que nos demoramos, es el tiempo de la tardanza. Llegamos tarde o no, pero siempre llegamos a darnos cuenta de la diferencia entre lo que queremos y lo que deseamos y esa diferencia debe ser corregida porque querer lo que no se desea es querer mal, y no querer lo que se desea es una traición a nosotros mismos.
Querer lo que se desea es un formidable liberador de fuerzas, a partir del momento que queremos lo que deseamos se acaban los complejos, se acaban las restricciones, se acaba la validez de todo cuestionamiento contrario, entiéndase en este sentido el valor de una ley, de una regla, de una opinión, de un mandato que lo contradiga. Esta es una pelea entre desiguales, son dos contendientes de distinto poderío, y al final gana el deseo.
Y si nos vamos hacia el lado del amor, del lado del amor encontramos otras respuestas. El tercer ingrediente de esta ecuación vital es el amor. Tienta decir que el amor es más fuerte, pero no es algo sobre lo que tenga ya una opinión formada o una evaluación resuelta. Uno quiere desear y uno quiere amar, pero no queda nada claro que uno pueda elegir lo que desea y no queda nada claro que uno pueda elegir lo que ama. Uno puede intentar amar pero el amor es un cimiento sobre el cual uno construye, y uno puede construir sin el cimiento y decir esto es amor y parecer parece, tiene todos los ingredientes visibles del amor, menos la base. No se puede elegir lo que se ama y no se puede elegir lo que se desea, y es terrible la disyuntiva cuando uno ama de un lado y desea del otro.
No quiero ser cursi, no quiero ser trivial, y siguiendo mi condición natural desoigo la primera verdad que se me ocurre, la quiero someter al escrutinio, la quiero desmenuzar, la quiero contradecir, la quiero oponer, porque me cuesta mucho dejar de lado las posibilidades del análisis y sencillamente dar por cierto lo primero que pienso. No sé si lo que siento es lo que es y todo lo que sobre eso infiero, deduzco, supongo, comparo, es el parecer o empiezo recitando un parecer y necesito todo este procedimiento de introspección publica para darme cuenta de que puedo sostener con argumento lo primero que diga.
Yo creo que el deseo puede ser muy fuerte, pero el amor puede ser muy tenaz; el deseo nos toma y nos libera, nos hace rehenes y pagamos su rescate, en cambio el amor es permanente. No sé si se puede evaporar un deseo, lo que creo que no se puede es evaporar el amor. Entonces, llegamos a un punto dilemático, llegamos a una pregunta cuya respuesta es esquiva. Si bien el amor es tenaz, el amor es una fuerza permanente y constante, el deseo tiene esa cosa de inmutable, el deseo no cambia, el deseo puede estar o ausentarse pero no cambia, el amor quizás si pueda cambiar, el amor puede tomar la cara de una persona o de otra, y le diremos amor a la primera cara, cuando ese amor no dure y tengamos otra cara vamos a ver en esta segunda cara nuevamente el amor y nos parecerá, tendremos una fortísima sensación, de que este nuevo amor es más grande que el anterior. Lo cual puede ser un parecer o puede ser cierto, porque es difícil medir el amor, pero si el segundo amor no nos parece más grande que el primero, si por lo menos no nos parece más grande que el primero, tengamos claro que eso no es amor sino un mamarracho.
El amor se produce por más de un motivo quizás, pero uno de los motivos necesarios para sentir el amor es tenerlo y necesitar entregarlo. Si dentro nuestro no hay amor para entregar es muy difícil que nos encontremos con él. Quizás, y me da miedo parecer mercantilista, quizás la solución sea encontrar un amor compatible con el deseo, si logramos querer lo que deseamos y amar lo que queremos entonces si tenemos nuestros tres ejes alineados y vamos a poder experimentar una fuerza, una convicción, completamente ilimitada.
Hasta tanto la vida nos regale el ta-te-ti, vamos a deambular sin encontrar la llave liberadora de nuestro potencial. Vamos a querer con mucho convencimiento, vamos a querer con muchísima fuerza, pero cuando queramos lo que deseamos vamos a querer con un convencimiento absoluto; y vamos a amar muchas veces pero a ese amor intenso, real, hormonal, orgánico, a ese amor que nos compromete físicamente le falta, cuando es diferente de lo que se quiere y se desea, una vuelta de rosca, le faltan unos minutos de horno hasta llegar a la cocción completa. Una vez que uno sabe lo que desea tiene que aprender a quererlo, y una vez que uno sabe lo que desea y lo quiere, tiene que encontrar el amor que haga todo posible, pero la paradoja es que muchas veces encontramos el amor y después el deseo. ¿Qué hacemos con esto? ¿Qué hacemos ahora? ¿Cómo decidimos? ¿Cómo decidimos no amar lo que se ama?.
Es una gran injusticia cargar la condena de no poder hacer entrega del amor en esta acepción a más de una persona. Uno debiera poder libremente amar y amar y amar y amar y entre todas las personas a las que ama encontrar la persona con la cual se cumple su deseo, y en el mejor escenario posible, todas las personas amadas que no son destinatarias del deseo deben sentirse bien en ese lugar que es el lugar más puro, el del amor incondicional, el del amor que no responde a otra cosa más que al amor; y la persona que disfruta nuestro amor y nuestro deseo debe sentirse halagada de sumar nuestras dos involuntades, de llevarse los dos primeros premios que tenemos para dar y permitirnos libremente amar a otras personas.
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