sábado, 22 de junio de 2013

En compañia


Despertar
con la ilusión de hallarte
al otro lado de mi cama,
saciar
 la sed de mi boca
en la tuya
y la sed de mi cuerpo
viceversa.

Comenzar
las primeras horas del futuro
habiendo amado en segunda persona,
después de hablarnos o no
procacidades y noctilucas
bajo la sombra de los sinónimos.


miércoles, 19 de junio de 2013

Gringo Viejo

Tres vertebras hilvanadas
forman la cerviz de un árbol,
una luz mortecina chorrea y se derrama
sobre el lomo galáctico de espinas
del paisaje de dinosaurio corteza
en la piel de un palo borracho,
el paraíso del fotógrafo inspirado
se guarda en la matriz de unas plantas,
una gruesa inquisición
de palos con espinas, medievales,
un cactus que es un falo
de seis aristas
y el racimo de saludos desde un tronco
de una cantera de personas verdes
en un metro cuadrado de multitud.

Un farol de hierro desdentado
pare y abandona resortes por ahí,
las macetas montan guardia
a la sombra del camino del exilio,
al flanco del poste dormitado
por la fanfarria del porro horizontal,
encerrado en pentagramas de colores,
hay un piano de bancos a cubierto
y una Mafalda de lunares
que me desafía al juego
de sembrar adivinanzas infinitas.

La foto del cartón de lotería
entre tanta coincidencia coincidida,
cara casualidad de personas,
el capitán al timón en su puente de su arca,
los actores impúdicos posando
o protegidos en japonés
detrás de una bandera,
gente sin filtro,
oportunistas de la existencia,
dueños perseguidos por valijas,
un par de padres en su día
y algún simulacro de impostor
sobreviviendo a su propia letra.

sábado, 8 de junio de 2013

La Vez Prima

Es bueno saberlo
porque así me lo llevo,
en todos los años que convivimos
nunca fuimos tan amigos
como recién esta noche,
¿como pudimos saber
toda una vida sin sabernos?
cuando fuimos niños al mismo tiempo
y en ese tiempo nos conocimos.

Cuando salto de mi corazón a mi cerebro,
cuando pienso,
cuando escucho lo que digo,
me complazco
como Onán
de mi propia voz,
me siento importante,
me siento poeta,
no puedo no pensar
en tu amiga la famosa,
una casualidad divina
(en la que no creo).

Yo sé que estoy ebrio
y algo más,
yo sé que no es mía esta palabra
o es más mía que de costumbre
y eso es casi lo mismo,
pienso en cuan impúdicamente me desvisto,
con cuanta impudicia
sería mejor dicho
según los libros,
una vez en calzoncillos
pienso en salir a la terraza
al mismo tiempo que pienso
si distinguirás la realidad de una metáfora.

Sentía urgencia de ser mi mismo
delante de ti,
de olvidarnos de antepasados comunes
para mirarnos a los ojos,
hoy juego con un corcho
en el alfeizar de mi ventana,
me siento como un dios
dictando ahora,
me cuesta comprender cuanto nos contamos,
me cuesta comprender a la razón.

Bajo la voz
para no levantar sospechas,
cierro la puerta,
levanto la tapa,
apunto al centro del corazón,
me dejo caer,
apunto al centro de mi vida,
asumo el error como una opción
pero no le temo a esa palabra,
me siento como si diera consejos,
no logro salir de mí mismo,
vacío una mochila sobre esta mesa
y no encuentro lo que busco
hasta que pienso en el lugar menos pensado,
el más insólito,
el que nadie diría,
escribo otra vez en primera persona
como cepillándome los dientes
con ganas de tener la boca limpia,
la vida dice cosas que yo digo metáforas,
sé que estoy escribiendo,
¿y qué si las dos cosas pasan al mismo tiempo?,
¿quién podrá decirnos qué no?,
¿si lo que nos dicen castigo resulta ser un premio?
aunque el escalón cruja bajo nuestros pies.

La opción es dormir
o pagar otra vuelta,
en el momento de apagar la luz
no puedo ni cerrar los ojos,
quizás un vaso de vino no hacía falta
-supimos después de tomarlo-
lo que hacía falta era este rato.

La maldición del escritor
es estar ausente en lo que escribe,
siempre en otro lugar,
siempre testigo
de mi mismo, de mi vida,
a veces temo no ser claro
y a veces estar más allá del silencio,
no puedo no pensar en tu cara mientras leas,
no puedo no pensar en tu amiga cuando opine
o cuando lea
o cuando ignore,
no puedo no pensar, el tema es ese,
lo imposible de pedir silencio
a uno mismo,
tenía tantas ideas hasta hoy,
tengo tantas ideas desde ahora,
esta necesidad de caminar,
de hablar en voz alta.

jueves, 6 de junio de 2013

Por ganar una discusión

Hechos reales.

Tren de Glew a Constitucion, 
5/6/13, 
9:10am

Por ganar una discusión, la gente es capaz de sostener mentiras. Esto lo sabemos todos, pero no todos coincidimos en el desvalor del método.

Por aprovechar una oferta de azúcar y harina, limitada a dos unidades por grupo familiar, una pareja deja de hablarse y pide cuentas separadas en la caja de un supermercado. Ante la evidente treta la cajera, celosa defensora de consignas ajenas, le llama la atención. Entrenada en el arte de la mentira, la mujer plantea una batería de opciones, poniéndole sin saber precio a su alma. Por la satisfacción de ahorrar un dinero que no precisa ahorrar, por el gusto de su triunfo miserable, negó al esposo, negó al hijo, negó todo, levantó la voz, pidió el libro de quejas, destrató a la empleada delante del supervisor, luego al supervisor, luego a la cadena de supermercados, y agotada la instancia, luego de consumar su proeza, se hizo confidente de testigos ocasionales e involuntarios, en los que buscó complicidad para enjuagar su apestosa conciencia.

Yo no tuve la suerte de estar ahí. Si hubiera estado, en uno de esos días en que me siento defensor de pobres y ausentes o con ganas de ser inoportuno, hubiera desenmascarado a esta persona que presume de astucia, en el preciso momento en que creía sorprender a la cajera argumentando ¿cómo sabe que somos pareja?. La hubiera expuesto: es su marido – se fue con su hijo – la espera en el auto – está presenciando el desenlace desde allí - ¡Señor, venga! – se olvida a su mujer. ¿Tanto necesita una familia con auto mal ganarse diez pesos?

Me tocó presenciar el relato público de la mentirosa a la persona que compartía con ella el asiento del tren. Primero me molestó el tono de voz, impúdicamente alto, luego la historia en sí, mas tarde la combinación de orgullo y alegría con que narraba su epopeya y por último (por ahora) la risa que le causaba a ella y a su oyente este acto que, estoy seguro, desnuda ante el espejo le daría vergüenza.

Antes que todo eso me molestó su descarada voluntad de no ceder el asiento, ni ella ni su oyente, cuando tenían frente a sí mismas a una mujer con un niño en brazos. Seguramente tendría una batería de justificaciones para no hacerlo, porque en ese oficio dio suficientes muestras de experiencia durante el relato de su compra, pero no llegamos a conocerla porque otra pasajera le entregó su asiento a la joven madre. ¿Qué nos habremos perdido?. Seguramente la recomendación de esperar el próximo tren aprovechando la condición de cabecera de la estación Glew, la conveniencia de viajar a otra hora, la ventaja de los métodos anticonceptivos o –ya la imagino capaz de eso también- la grosera admonición ¡volvé a Bolivia a ver si te dan el asiento!

Nos pasamos el viaje mirándonos de reojo o furtivamente. No sé si sospechó que escribía sobre ella, ni si se percató del momento en el que le robé una foto. Creo que no.

Llegando a Constitución, demoré mi descenso sólo por tenerla a tiro de pregunta. No quería terminar esta crónica sin dejar completamente expuesta la verdad. Venciendo algún prejuicio le toqué el hombro izquierdo y sostuvimos el siguiente diálogo.
- ¿En serio hiciste una queja en el supermercado?
- Si.
- ¿Pero era tu pareja?
- Si.

No tenía caso extender la situación. Los ateos son ateos, los creyentes creen, los escépticos dudan y sospechan. Poco podría agregar en esa conversación: ¿Comentarle que estaba escribiendo y sobre ella?. Temí desatar alguna fuerza maligna y terminar dando explicaciones ante alguna otra persona distinta de mis lectores, y temí más, mucho más, que el hecho de haber alimentado a un escritor engrandezca su absurdo orgullo.

martes, 4 de junio de 2013

Mi hermana mayor

Mi hermana mayor es un enigma, una vida compartida a la que no tuvimos acceso. La suerte o el destino o la voluntad de alguno de todos los dioses quiso que así fuera. Me lleva un poco más de cuatro años, le siguen mis otras dos hermanas mayores antes de mí y delante de mi casal de hermanos menores, que no fueron los peques en su infancia tan solo porque no existía esa palabra. Tengo en mi hermana mayor una sensación plena de injusticia. Tengo una curiosidad mayúscula por todas las cosas que hubieran sido diferentes si hubiera sido una persona capaz de hablar. Aun es, ella aun es: el azar quiso ganarle a la estadística, dándole una longevidad que no califico por su duración. La presencia de mi hermana Cecilia es de algún modo una ausencia. Siempre estuvo para no estar, para habitar en un mundo inaccesible, un sarcófago intelectual que no le permitió nada. Muchos otros padres se hubieran desanimado, los míos no, y entre todas las sucesiones infinitas de casualidades bajo las que existo, esta fue una. Nada menos que la vida de uno mismo dependió de una casualidad adversa. No quiero hablar de mí, quiero hablar de mi hermana, y de mi hermana es tan poco lo que puedo decir. Es mucho más lo que puedo no decir, de una persona que jamás dijo una palabra, y cuando digo una es literalmente una. Tenía –hasta la última vez que la vi- la capacidad de hacer algunos sonidos, y tengo el recuerdo lejano de haber escuchado alguna vez una canción gutural, y no sé pensándolo bien si tengo el recuerdo o el recuerdo de las ganas de tener ese recuerdo. Jamás supimos que escuchaba cuando oía. Percibía la onda sonora y no sabemos más. Aprendió muy pocas cosas hasta la última vez que la vi (un última vez del que tomo conciencia de su capacidad de convertirse en el última vez definitivo), hasta esa última vez la vi aprender un camino dentro de la casa que la llevaba de su dormitorio a su balcón, el balcón principal del living. Se le daba de comer en la boca. No recuerdo que se le diera agua (esto es una segura omisión de mi memoria). De las incontables tertulias familiares jamás participó. Cuantos novios no tuvo. Cuantas opiniones se llevó. Y cuantos abrazos, y cuantos besos, y cuantas caricias, y cuantos sobrinos, o cuantas revoluciones, o cuantas bombas. Tengo de momento una tristeza, y mi único consuelo hoy es un recuerdo, o una próxima visita, que hace tiempo medito, un hace tiempo a partir de hechos más o menos recientes en mi vida. Es una hermana que no tuve. Es un pariente. Un afecto infructuoso, unilateral, ciento por ciento unilateral. Tengo mucho miedo de llorar en público si alguna vez leo ante testigos este homenaje. Podria dejar de hablar acá, que me ha ganado la tristeza.
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