De las tres partes de una cama
me sobran exactamente dos,
y aunque añore las fiestas
de yuxtaposición completa
la urgencia no es mérito
y dos mitades no son
ni uno ni tres tercios.
Tu pupitre, tus sermones,
tus liturgias y tus credos,
nada de eso es mío,
flechas que caen cortas
en un pajar de paja
donde no podrás la aguja;
nunca hilvanarás camellos
ni lloverás manzanas
ni tendrás lo que me quites.
Mientras no sea tu fin
sino tu suerte del medio
solo conocerás
la tersura del erizo,
la palma del escorpión
y el calor de los glaciares.
Yo sé que no puedo
jurar ni cumplir promesas
sin antes ver la verdad
esquiva, eterna y mutante;
ayúdame a recordar esto:
el odio es un premio desierto,
el amor sólo para los amables,
es tuyo el lugar del ataúd
donde yerma el desprecio y el olvido.
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