jueves, 30 de mayo de 2013

Una noche de marzo

En un cambio de táctica, comienzo a escribir -literalmente hablando- sobre un teclado, a una hora imprecisa de la noche, cuando creo que es aun temprano y en esa anomalía del orden diario, terminó todo lo demás que se hizo hoy y sólo me quedo yo con parte de mi elenco de fantasmas interiores y una hoja en blanco. No se aun quienes dijeron presente y quienes faltaron a la cita conmigo. A un par trate de perderlos de vista, por conocidos, por no querer escucharlos a esta hora.

Sin saber aun hacia donde poner proa -me refiero a este texto ahora, o mejor dicho me refería a este texto, o creí estar refiriéndome a este texto hasta pronunciar la palabra proa, momento en el que sentí la inmediata curiosidad enciclopédica de repensar la intención, y ver en cuantos otros significados podría traducir las primeras siete palabras de este segundo párrafo. Releo y confirmo.

Por alguna imprecisa también cantidad de causas, hace mucho tiempo que no enfrentaba esta situación en esta misma situación, me refiero al acto de escribir sobre la notebook en primera instancia, y a la voluntad expresa de prosear en vez de escribir poemas. Por algún motivo estoy muy cerca de los versos últimamente, por algún motivo estoy acostumbrado a hacerme dictados que luego desgrabo (en su gran mayoría, y no todos básicamente por falta de tiempo) o escribir en mi cuaderno de hojas lisas cuando intuyo que voy a expresar algo mejor, dentro de la calidad de buen aficionado de mis versos, o en una hoja cualquiera de papel cuando no tengo el cuaderno a mano o esa intuición. Es una invalorable ayuda poder releer lo que uno está diciendo antes de seguir diciendo, asegurándole al conjunto de lo expresado un hilo invisible pero firme y un cauce armonioso en sus meandros. Como ejemplo de lo que esta posibilidad permite, reconozco que en algún momento de este párrafo salí a recibir la ayuda de mi vecino a fin de solucionar un detalle menor de mi automóvil, tras lo cual di un par de vueltas a la manzana y ahora heme aquí re enhebrando mi voz.

Varias veces pensé en escribir hoy -recién ahora puedo- sobre otro tema, del que ni siquiera hablé aun. Presencié anoche un número de varieté, "incomunicados", donde la actriz desarrolla una conversación frustrada entre un hombre y una mujer, que se desean y precisan pero se desencuentran, entre conversaciones cortadas, teléfonos ocupados, teléfonos mudos; y va creciendo la urgencia recíproca y va al mismo tiempo haciéndose estadísticamente adverso el resultado, dos personas que quieren encontrarse y que no pueden.

Al terminar alguna de las secciones de la noche me encontré y saludé a la actriz, con quien coincidimos en la duda respecto del próximo intento, aquel que aun no se hizo y que, por esa misma condición, es de dudosa factura. Se hará, no se hará, repetirá, no repetirá. Lo que en un momento es deseo en otro momento se hace voluntad, y en otro momento se hace inercia, y vamos con el mensaje adonde ya nos dijeron que no vayamos, y mantenemos la duda sobre la autenticidad de la inercia y sobre el fin de la voluntad. ¿Porqué no olvidar y ya?. ¿Porque ese retorno al mostrador, a intentar lo que no intentamos además de reintentar lo ya intentado? ¿Nos estarán llevando la cuenta de las mejillas presentadas?

Los síntomas van y vienen. De algo no estoy curado. Hay un poema, quizás no sea tan perfecto.

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