jueves, 29 de noviembre de 2012

Insomnio

5:18am

No hay una razón que pueda enunciar de porque el sueño se interrumpe a esta hora. No he descansado lo suficiente, ni tampoco he descansado cuanto me propuse. Sencillamente me desperté, sobresaltado por una pesadilla absurda, que no puedo interpretar. Ver desde lejos que mi abuela (no quedo claro cuál de ellas; tanto Tilín como Aíta murieron vírgenes de la informática hace años) dejó sobre la mesa de un bar, en la vereda, la notebook donde escribo ahora, acercarme con cierta premura y tomarla para que un parroquiano que se encontraba a pocos metros me confunda con un oportunista ladrón y alcance a colocarme una primera esposa mientras yo apenas comenzaba a balbucear una explicación sin darme tiempo a convencerlo de mi derecho. Creo que se estaba identificando como policía, pero esto último ocurrió en la frontera, en el preciso momento en que el sueño y mi estado de inconsciencia llegaban a su fin.

Me sobresalté, me serené, pensé en volver a dormir, pero este pensar fue tan solo la señal de arranque a mi cerebro. Una tras otra comenzaron a presentarse las imágenes y las ideas, y al cabo de pocos minutos me convencí de que no me volvería a quedar dormido a tiempo. Podria haber permanecido en la cama, con los ojos cerrados, intentando dormitar con suerte imprecisa y la certeza de que si recuperaba el sueño sería apenas unos minutos antes de que el despertador hiciera su primer anuncio. Opté por levantarme, cuando caí en la cuenta de que esta desventura podria dejar de ser anónima y convertirse en un relato personal.

En los pocos minutos que duró el intento de invocar a Orfeo recordé algunas cosas y noté otras. No sé de quién es el gallo que cantaba ni si es el mismo que sigue cantando, no he visto cual de mis vecinos es su dueño o anfitrión, y ahora ya levantado caigo en la cuenta de que no recuerdo haber escuchado un gallo cantar en los varios meses que llevo en este departamento constituido en simulacro de vivienda; el efecto de su voz ha sido útil, o por lo menos debo convenir en que es una de las causas de que diera por fracasado mi intento de acumular unos minutos más del otro lado de las sabanas y la conciencia.

Adelanté algo de los planes para hoy. Tengo terapia después del trabajo y una varieté para cerrar -espero que únicamente la parte pública de- la noche. ¿Y si voy con el auto?. Sé que hoy dormiré en otra casa, no sé aun si en la de Cecilia o en la de unos sobrinos, no sé donde dormiré viernes y sábado, el domingo sé que debo volver a recolectar a mis hijos, incluyendo a los menores en la casa de su madre, para participar de una reunión familiar. Podria ir en auto, dejarlo estacionado en la calle Pasco al 500, para juntarme con ella después de mi sesión de análisis, llegar en subte hasta la biblioteca a la cual me afilié hace unos días, que oficiará de teatro y restaurante y emprender luego si tengo suerte uno de los dos regresos posibles hoy (si no logro alinear los astros emprenderé el otro camino y dormiré solo). Es buena la idea de llevar el auto, porque entonces tengo más comodidades para transportar algunas mudas que podre precisar durante el fin de semana, que exceden la capacidad de la pequeña mochila en la que acomodé poco más que lo imprescindible para enfrentar el viernes después de hoy.

Es recurrente en mí la capacidad de imaginarme innecesariamente situaciones de conflicto, o de peligro. Adelantar discusiones. Este es uno de los temas identificados en un ejercicio previo a mi sesión de psicoanálisis de hoy, en una lista de cosas que aun no logro solucionar y con las que tampoco logro convivir con resignación. Es el tema del sueño, el que me despertó. Una situación de ese estilo, en la vida real, tiene muchas maneras de resolverse. Podria no haber estado la computadora en su lugar, al fin y al cabo era un blanco fácil para un oportunista como el que creyó que era yo aquel que me esposó tras confundirme, podría haberse producido un cortés cambio de palabras, pero la situación devino tensa y violenta. Hay una conexión muy evidente entre el inconsciente y los sueños, no voy a distraerme en el análisis interpretativo del significado detrás de los hechos soñados, sino puntualizar en el vivir por adelantado una experiencia bélica; no es tan evidente la conexión entre el inconsciente y el consciente, pero esta tendencia a adelantar y transitar hipótesis de conflicto que rarísima vez se verifican en la realidad es uno de los motivos en los que veo que la distancia de los sueños al inconsciente es la misma que la de lo consciente a lo insconsciente, con apenas unas dendritas de diferencia. Pienso ahora que quizás que no me la hayan robado constituye una mejora terapéutica.

Este mismo tipo de situación, quizás con un motivo más cierto, es la que imagino con el programador que tiene a su cargo construir un documento técnico, tarea que le asigné hace algunas semanas y que, a pesar de que declama que sólo le lleva un rato, aun no pudo comenzar. Al escribir aun no pudo comenzar ya me estoy adelantando por donde no debo, porque no tengo más que la firme sospecha de que no lo hizo, pero no tengo la certeza, como para ponerme a imaginar en qué tono llamarlo al orden o escalar la situación. No nos caemos bien, no debiera mezclar lo personal con lo laboral, pero ambos aspectos de mi vida confluyen sobre mí mismo. Me voy de tema. Ya no importa si tiene justificación o no el recelo con que me trata, no importa si el trabajo está adelantado o no, sino ¿por qué convertir la hipótesis de su atraso en una discusión?, ¿por qué adelantar los términos de una discusión que no se si sostendré?

Viví todas estas cosas, y alguna más que ya olvidé, porque en ese proceso de volver del otro lado a este algunas vivencias se pierden o quedan sepultadas en algún lugar profundo. Sé que no llegué a recordar todas las que me ocurrieron. Al encontrarme rodeado por mis dos hijos menores volví a pensar en la conveniencia de comprar una segunda cama de dos pisos, a fin de que cuando paso la noche con lo que desde hace unos meses a esta parte es mi familia completa tengamos un lugar para cada uno, aunque la cama matrimonial y este servidor merezcan mejor suerte que dormir solos, situación que ha sido necesaria también para que levantarme a escribir sea una mejor opción que quedarme en la cama despierto aprovechando esa hora de tiempo robada al sueño de una mejor manera.

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