domingo, 17 de noviembre de 2013

No Me Olvides

I

No te voy a decir
que me puse a escribir
sólo para no mirarte
en brazos de otro varón.

Respeto como un código
tus pasos de baile
del color del arcoíris
en brazos de otro varón.

A veces me veo como extraño
frente a la pista pisada
mirando un tango en el ring
en brazos de otro varón.

El dueño de casa es el dueño de todo
y yo te veo, sola y en sus brazos.

II

Yo podria ser tu modelo, siempre que no me imites.

Sos el arte hecho obra.

El dueño de la mesa parece un boxeador completo,
la dueña del escote esta orgullosa de sí,
el calvo toma ventaja,
el otro calvo pasa al ataque.

III

El terciopelo rojo como la sangre borgoña,
tengo al alcance todo cuanto preciso
excepto mis ojos para ver
mi vida en un espejo,
voy a hacer uso de todas mis prótesis,
a asumir la virtud de mis defectos,
a mirarte sorprendido convertir tu mano en mariposa.

A veces siento en mi espalda
la sombra de una mirada
que me pide que voltee,
a veces me despierto

Como si fueran recreos
descanso la vista en mujeres de perfil,
saco a pasear mi dentadura y mis falanges
para que sean testigas
de falencias y falacias.

Cada tanto me acuerdo
de todas y cada una
de las almas que recuerdo.

Te escucho conversar sin oír,
leo tus labios hablar cualquier dialecto
de los que ignoro.


IV

Algunos bailan,
otros son bailarines,
me gusta observar tu mano
y escribir sobre eso,
flota
como anestesia
dejando una estela,
como un reguero
de sombras sanas,
no sé si te daré un beso
pero te daré un poema
las noches de los números primos.

Esa gente
que es loca de lo que hace
baila en la pista
o se deleita en el extasie
de las velocidades lánguidas,
se florea
a la hora de los dibujos,
las palabras,
o las fotografías,
conversaciones adolescentes
describiendo las ideas como si fueran colibries.

V

Los abanicos
rojinegros
yacen sobre la mesa
y la medusa a franjas
decora el arrecife
entre siluetas
de luces y sombras
ateridas por la noche
orgullosas
del agua en el que nadan
como un tiburón
o un delfín,
oteo la seña
del jefe del cardumen,
un dedo ejecutor de la sentencia,
los cuerpos
unidos en la distancia
de un baile que es una cópula
sincronizada o estéril
que obliga a adivinar
o ceder las fichas blancas.

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