Propaganda,
consumo,
dinero,
poco quedó de aquel amor y paz.
Debajo de las garras del mercado
del sexo con tarifa y el televisor
boquea moribunda nuestra paloma.
Falsos gurúes venden,
falsos profetas diezman del evangelio,
y los serios multiplican a los santos
y recaudan lo que pueden donde pueden.
Dólar nuestro que estás en otro bolsillo
venga a nosotros tu Washington,
reserva el banquete celestial para mañana
y danos hoy nuestra orgía diaria
de monaguillos y mejillas pares,
permítenos contemplar todo tu oro
y perdónanos nuestras inquisiciones
como si hubiera sido tu idea.
Creo que el ejemplo de tu hijo
es más todopoderoso que la culpa,
que los cardenales predican la hipocresía,
que Santa María madre de Dios
merece aprender la virtud de Magdalena,
que el milagro del agua y el vino se deshace
convirtiendo las arcadas del Espiritu Santo
en las palabras y el asco que vomita
tu Papa desde su germanidad temprana.
Y pésame Dios mio
que duermas tan tranquilo
mientras tu ejército de oficiales mercaderes
batalla contra otros impostores
por la reventa a la puerta de los templos.
Entre la escoria y la pólvora
los corderos buscan pasto.
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