Lo primero que haré es lo que más te gusta, vendarte los ojos, para que te sientas desprotegida y vulnerable, y mientras estés de pie me dedicaré a desvestirte hasta que sólo quedes con una camisa que apenas alcance a cubrir los confines de tu vientre. Te daré algo de beber para que te confundas un poco y pierdas ese resto de rigidez que te causan los nervios, y recién después comenzaré a tocarte.
Te haré algunas cosquillas en la nuca. Me arrodillaré a tu costado y dejaré que mis yemas jueguen en tus muslos. Me agradará percibir de cerca tu olor y poner a prueba tus pezones jugando con ellos hasta ver cual se pone más turgente debajo de la tela. Te dejaré desvestirme, pero no te dejaré tocarme hasta que me lo pidas dos veces.
Encontraremos la manera de ponerle poesía a la pasión. Me dedicaré a mi mejor oficio hasta que tus uñas me lastimen, me dedicaré goloso a complacerte, sin ninguna urgencia más que la tuya. Calmaré mi sed contigo y calmaré mi sed con hielo y alternaré ese contraste hasta tu primera pequeña muerte.
De ahí en más soltaré al lobo, y el lobo te hará su presa.
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