Las manos
como clavos en las muñecas,
dos brazos extendidos,
tu cuerpo crucificado,
y el otro
sosteniéndolo todo.
Por favor no traigas puesto
el talismán naranja en el que crees,
o que ya no te importe
si sus ojos son necios,
porque no tendré paciencia
cuando aceptes la hora
y tus labios se permitan.
Saltarán o no botones,
desnudaré rehenes,
y aquí terminan
los planes que conozco.
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