jueves, 3 de octubre de 2013

No estoy loco

Soy tan distraído que a veces me olvido de distraerme y aterrizo como el meteorito que extinguió los dinosaurios en un almizcle amniótico llamado realidad, que también es cautivante.

El presente real se me ofrece como un continuo que me llega del exterior a través de los sentidos, pero cuando estoy distraído o intraído o extraído o atraído (o cualquier otro traído menos el de los pelos por este plasma universal que insiste en congregarnos) abandono la pecera y por un rato no soy más “one of the two lost souls swimming in a fish bowl" de uno de los poemas favoritos de un favorito y soy cualquier otra cosa, como un gordo farsante que despunta sus vicios en la cama velando el sueño de sus hijos, o un actor o un escritor o un pintor o uno cualquier otro de los sayos a los que soy candidato.

Chalecos de fuerza debe haber de todos los talles, pero no por eso aceptaré usar uno. Tengo derecho a estar suelto y lo ejerzo, y además no estoy loco, sólo me hago con el válido propósito de usar a mi favor las prebendas que le hacen honor a ese elogio.

No estoy loco.
Ya me curé de eso.



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