La palabra siempre y la palabra nunca son ciertas hasta el día de la excepción. Siempre que llovió paró, pero algún día va a empezar a llover y no va a parar nunca más; y nunca estuvo celeste la luna, pero algún día lo va a estar. Estos son ejemplos forzados, pero desde el punto de vista de la lógica más estricta, el siempre y el nunca sólo existen hacia atrás. De acá en adelante todo es posible, aunque debiera decir casi todo para ser consecuente con lo que digo. Asumo el casi como implícito en estas afirmaciones.
La única demostración posible de algo es por la vía positiva. Podemos verificar que una acción produce una reacción y nos simplificaremos la vida diciendo que siempre -aunque quepa una reserva- y aunque no podemos ser categóricos al afirmar que una acción no la produce nuevamente nos arriesgamos diciendo nunca. Falacias. En un tiempo tantas veces infinito, no podemos negar la posibilidad de nada.
El todo o nada es una variante de lo anterior, es mas atemporal, no tomamos el todo o nada en función del tiempo sino en función de cantidades, entonces la distinción posible en la escala del tiempo es que el todo o nada hacia atrás podrá ser cierto o falso, pero hacia adelante toma la forma de promesa o de apuesta.
Asocio –no sé porqué, quizás porque es un tema que me desvela- la palabra todo a la palabra amor. Me salen frases quizás cursis, como “todo es amor”, “el amor es todo”, no por cursis menos verdaderas. En particular el concepto de amor que yo defiendo es que el amor es todo, y cuando digo todo es todo, y este si es un todo sin condicionamientos ni excepciones ni letra chica. No hay un casi todo que sea amor, de ninguna manera.
La idea de nada me da miedo. No debiera tenerle miedo a nada, pero a esta misma idea le tengo un poco de miedo. La posibilidad de no lograr nada, no tener nada, no conseguir nada. La altísima probabilidad de que este tiempo que vivimos sea todo y que después no haya más nada nos ha desvelado a todos, o casi todos, desde siempre, o casi siempre, y el hecho de que esto sea todo y después nada es definitivamente el gran motor que debemos honrar.
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