II) Día de Reyes, 02:02
Hace un rato escribí un poema que empieza diciendo: Son los últimos minutos de este día y termina en un verso que aun no encontré, en el que quiero resumir que debemos sentir que el plan se cumple, cualquiera que sea ese plan del que no somos dueños sino testaferros, donde creemos que ejercitamos nuestra voz y nuestro albedrío.
Si en realidad nuestra voz y nuestro albedrío son parte de un plan, debemos amigarnos con ese plan, porque al fin y al cabo nos excede. Vaya por donde vaya y venga por donde venga, debemos saber que es un plan que no hicimos y a partir de ahí aceptarlo sin demoras.
Surge la duda de cuál será el plan: el plan es lo que hagas, pero no sé si esto incluye el cómo sentirnos mientras lo ejecutamos. El plan debe ser sentirnos bien, debe hacernos sentir bien, porque si es el plan debe ejecutarse sin darle lugar al conflicto.
Conflicto es una palabra bélica pero adecuada. El conflicto surge cuando no nos sentimos bien, pero ese es el síntoma, la causa está en el desvío.
Si no nos sentimos bien, hay que hacer otra cosa.
Así de fácil.
Así de fácil.
III) Día de Reyes, 18:56
Meternos en la boca del lobo (en forma de pregunta) es lo que me preguntaba hace un rato y lo asocié con el poema inconcluso que suspendí anoche. Este meternos en la boca del lobo puede tener más de un plano de coincidencia con aquel ejecutar un plan sin parpadeos, identificar el plan y cargarle los cañones. ¿Cuál es mi plan más verdadero? Sin saber cuál es ese plan, a sabiendas de la duda, meternos en la boca del lobo. Es el propósito por estos días. Es el propósito precisamente actual. Y ocurren los pequeños milagros.
I) Día de Reyes, apenas empezado
Son los últimos minutos de este día
la evidencia de la cuenta regresiva
cuando caen gota a gota las palabras,
cuando la mente erra por caminos traslúcidos
y se detiene cada tanto en una forma que
a veces es una figura de nombre posible.
Permitir que el sueño y el cansancio se saluden
y distraerme de esas formalidades
para ver una luna joven cobrando vuelo
en el cielo al que estoy dando la espalda.
Sentir que el universo me conoce y me saluda,
que me contempla precisamente ahora,
que todo sigue un plan que no sabremos
nunca, nunca nos podrá ser dado el privilegio
de la palabra misterio, apenas las señales,
sabernos testaferros de la voz y el albedrío,
cargar a sabiendas los cañones de la duda,
meternos en la boca del lobo a rajatabla.
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