Comenzar el fin de semana de esta manera, donde doblando el codo de un viernes apacible nos agita un compromiso. En un momento nos gana la urgencia por llegar a algún lugar a alguna hora y al momento siguiente el verbo que conjugamos es la impotencia, el asumir la convicción de que cuando lleguemos a ese lugar que hemos denominado nuestro próximo destino lo que el destino tenía para ofrecernos en ese lugar ya habrá terminado. Esta es la metáfora que tiene que ver en su versión tangible con una ruta cargada de autos, un camino largo y poco tiempo para recorrerlo. Cuando llegue a ese lugar que es ese lugar, donde esa persona que es esa persona va a haber estado haciendo eso que sé que es y al mismo tiempo no sé, esos serán un lugar y un momento en los que probablemente haya quedado ausente. Siguiendo con la metáfora, ciertos niveles de distracción y desmemoria se conjugaron para que lo sepa en el número de vez actual por obra y gracia de una voz muy familiar y tenga que ir contrarreloj para no llegar tarde. En la versión intangible de la metáfora digo exactamente las mismas palabras sobre un tema completamente diferente con el mismísimo y válido resultado. ¿Por qué de estas cosas me doy cuenta cuando me doy cuenta? es una tercera metáfora posible. A los efectos de seguir encontrando analogías poco importa cuando uno se anoticia que alguien pueda pensar que es tarde, que es muy tarde o que es demasiado tarde: a partir del momento en que uno se anoticia es cuando puede actuar. No se soluciona el muy tarde con tratar de llegar muy rápido y mucho menos el llegar demasiado tarde con intentar llegar demasiado rápido. Una vez producida la tardanza lo único que queda es tratar de llegar.
Fue una linda reflexión. Se me ocurrió y quise hacerla pública. Ahora voy a finalizar esta grabación para mirar la hora y saber cuál es mi grado de tardanza, con el cual llego al acto escolar de mi hija menor finalizando su primer año de jardín de infantes.
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