Estás tan filosa y al unísono tan frágil
que no sé cómo acercarme sin que nadie salga herido,
si ir de puntillas desde la noche de mis sombras
o al ritmo de la orquesta a plena luz del día,
no sé cómo atrapar este momento tan ausente,
cómo hacer que la lluvia caiga hacia las nubes.
Quiero dejar de pensar en opciones que no hubo,
ver que el viento se divierta jugando con las hojas,
olvidarme del olor que desnuda el acertijo
y de todas las maneras de nombrar las direcciones,
me falta poco tiempo para nacer de nuevo,
no hay un antídoto para mi propio veneno,
no hay un motivo para evitarnos nada.
Transcurre la tarde bajo una llovizna gris,
resucita el miedo a la palabra solo,
no hay un camino que se sepa a dónde va
ni una almohada que conozca las respuestas,
conservo colecciones de espejos que no fueron
y la manía de seguir pateando puertas.
No me sorprende saber todo tan claro
sino que cara y cruz no expliquen la moneda,
no encontrar el número par entre los primos
si es tan simple cómo sumar uno más uno.
Cómo evitar la tentación de la estadística
el álgebra puesta al interés de lo mezquino,
cómo hacer del futuro una promesa nueva
anclados en engordar el testamento,
terminar de aprender lo imprescindible
con tiempo de elegir nuestro epitafio.
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