Me dejaste
el aroma del café que se enfrió,
la conciencia de tus codos en la mesa,
y todas tus lágrimas,
sobre una carta innecesaria.
Dejaste,
al mozo mirando, sorprendido,
como si no te creyera,
como si desconfiara del motivo,
y a los parroquianos ajenos,
en ilusiones fugaces.
Me dejaste,
tu mirada serena,
estrellada en un espejo acusador,
y tu última apuesta,
entrando por la sien derecha.
Te deja la herida para que tú pongas la cicatriz.
ResponderEliminarTodo, todo el poema tiene fondo de tango. Me gustó muchísimo.
ResponderEliminarBesos!
El último verso me mató.
ResponderEliminarSaludos.
Madre mía, qué terror. Al principio que recordaba a la canción de Calamaro de " te levaste la flor y me dejaste el florero", pero al final... ay, quñe desazón, con la penita que tengo yo esta noche.
ResponderEliminarUn saludo!
Buenísimo! es muy tanguero, y muy contundente.
ResponderEliminarNada que ver, como tú me decías, salvo que son modos de despedida.
ResponderEliminarUn saludo.