La gente fuma en la vereda,
corre el aire
de una noche que termina,
vuelvo a ser lo que soy en mi espacio,
un Juancito que camina,
que habla sólo consigo mismo,
solo, como con un viejo amigo,
sellando una amistad definitiva.
Dejar de decir palabras pensadas,
dejar de decirnos en palabras pensadas,
romper el cascarón,
revelar el engaño,
ser sin saber qué somos
tres palabras destinadas a los muros,
nombro la cábala que enseña la memoria,
tres como veces,
tres como opciones,
tres el número señal
de la danza de las agujas,
igual de eterna que de predecible,
igual de eterna que de impredecible.
Sentir en profundidad
que somos
nuestro propio doble de riesgo,
que un día la vida se vuelve literal,
que hay un equilibrio
en la punta de una aguja
entre escribir en público,
improvisar en el escenario,
y pararse a decir verdades
a diestra y siniestra.
Decidir
que no existe el más allá,
que todo está de nuestro lado,
dedicar estas palabras
a las personas pequeñas,
a las tres que nos ayudaron
a escribir este poema.
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