Alguien
concibió la maldición,
dio a luz
y pegó el grito.
La espada de Salomón
quiso que fueran dos mitades
que se miran y se esconden,
se conocen y se temen
discutiendo
como dos desempleados
desde sus jardines,
separados
por una tapia
delgada.
El día libre
presto a su final,
la orden de volver,
la tentación del otro lado,
que la taba
se decida de una vez
y confirme
lo que ya sabe de este caso.
Saludar
a los perros y a las gentes,
mirar escotes y braguetas,
de todo el dame dos y el vale cuatro,
contra flor al resto
y se acabó el partido.
Bien dijo quien
partir es morir un poco,
partido,
dividido.
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