La tarde impone un silencio,
como el de los cementerios vacíos
de deudos y de muertos,
donde ya no hay ni sombras,
ni fantasmas, ni recuerdos.
Veo apenas un puñado de aves
cambiando de lugar entre los árboles,
distrayéndome del peso de la tierra,
que me oprime y me ingiere
a medida que caen rítmicas
tus paladas de sepulturero.
Cerraré fuerte los ojos,
antes de que aciertes a cubrirlos.
Silencio opresivo, silencio que invita a un recreo, o silencio que asfixia... que la tierra no te cubra los ojos antes de tiempo! Interesante el clima de este poema.
ResponderEliminarLaura