martes, 4 de junio de 2013
Mi hermana mayor
Mi hermana mayor es un enigma, una vida compartida a la que no tuvimos acceso. La suerte o el destino o la voluntad de alguno de todos los dioses quiso que así fuera. Me lleva un poco más de cuatro años, le siguen mis otras dos hermanas mayores antes de mí y delante de mi casal de hermanos menores, que no fueron los peques en su infancia tan solo porque no existía esa palabra. Tengo en mi hermana mayor una sensación plena de injusticia. Tengo una curiosidad mayúscula por todas las cosas que hubieran sido diferentes si hubiera sido una persona capaz de hablar. Aun es, ella aun es: el azar quiso ganarle a la estadística, dándole una longevidad que no califico por su duración. La presencia de mi hermana Cecilia es de algún modo una ausencia. Siempre estuvo para no estar, para habitar en un mundo inaccesible, un sarcófago intelectual que no le permitió nada. Muchos otros padres se hubieran desanimado, los míos no, y entre todas las sucesiones infinitas de casualidades bajo las que existo, esta fue una. Nada menos que la vida de uno mismo dependió de una casualidad adversa. No quiero hablar de mí, quiero hablar de mi hermana, y de mi hermana es tan poco lo que puedo decir. Es mucho más lo que puedo no decir, de una persona que jamás dijo una palabra, y cuando digo una es literalmente una. Tenía –hasta la última vez que la vi- la capacidad de hacer algunos sonidos, y tengo el recuerdo lejano de haber escuchado alguna vez una canción gutural, y no sé pensándolo bien si tengo el recuerdo o el recuerdo de las ganas de tener ese recuerdo. Jamás supimos que escuchaba cuando oía. Percibía la onda sonora y no sabemos más. Aprendió muy pocas cosas hasta la última vez que la vi (un última vez del que tomo conciencia de su capacidad de convertirse en el última vez definitivo), hasta esa última vez la vi aprender un camino dentro de la casa que la llevaba de su dormitorio a su balcón, el balcón principal del living. Se le daba de comer en la boca. No recuerdo que se le diera agua (esto es una segura omisión de mi memoria). De las incontables tertulias familiares jamás participó. Cuantos novios no tuvo. Cuantas opiniones se llevó. Y cuantos abrazos, y cuantos besos, y cuantas caricias, y cuantos sobrinos, o cuantas revoluciones, o cuantas bombas. Tengo de momento una tristeza, y mi único consuelo hoy es un recuerdo, o una próxima visita, que hace tiempo medito, un hace tiempo a partir de hechos más o menos recientes en mi vida. Es una hermana que no tuve. Es un pariente. Un afecto infructuoso, unilateral, ciento por ciento unilateral. Tengo mucho miedo de llorar en público si alguna vez leo ante testigos este homenaje. Podria dejar de hablar acá, que me ha ganado la tristeza.
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