porque así me lo llevo,
en todos los años que convivimos
nunca fuimos tan amigos
como recién esta noche,
¿como pudimos saber
toda una vida sin sabernos?
cuando fuimos niños al mismo tiempo
y en ese tiempo nos conocimos.
Cuando salto de mi corazón a mi cerebro,
cuando pienso,
cuando escucho lo que digo,
me complazco
como Onán
de mi propia voz,
me siento importante,
me siento poeta,
no puedo no pensar
en tu amiga la famosa,
una casualidad divina
(en la que no creo).
Yo sé que estoy ebrio
y algo más,
yo sé que no es mía esta palabra
o es más mía que de costumbre
y eso es casi lo mismo,
pienso en cuan impúdicamente me desvisto,
con cuanta impudicia
sería mejor dicho
según los libros,
una vez en calzoncillos
pienso en salir a la terraza
al mismo tiempo que pienso
si distinguirás la realidad de una metáfora.
Sentía urgencia de ser mi mismo
delante de ti,
de olvidarnos de antepasados comunes
para mirarnos a los ojos,
hoy juego con un corcho
en el alfeizar de mi ventana,
me siento como un dios
dictando ahora,
me cuesta comprender cuanto nos contamos,
me cuesta comprender a la razón.
Bajo la voz
para no levantar sospechas,
cierro la puerta,
levanto la tapa,
apunto al centro del corazón,
me dejo caer,
apunto al centro de mi vida,
asumo el error como una opción
pero no le temo a esa palabra,
me siento como si diera consejos,
no logro salir de mí mismo,
vacío una mochila sobre esta mesa
y no encuentro lo que busco
hasta que pienso en el lugar menos pensado,
el más insólito,
el que nadie diría,
escribo otra vez en primera persona
como cepillándome los dientes
con ganas de tener la boca limpia,
la vida dice cosas que yo digo metáforas,
sé que estoy escribiendo,
¿y qué si las dos cosas pasan al mismo tiempo?,
¿quién podrá decirnos qué no?,
¿si lo que nos dicen castigo resulta ser un premio?
aunque el escalón cruja bajo nuestros pies.
La opción es dormir
o pagar otra vuelta,
en el momento de apagar la luz
no puedo ni cerrar los ojos,
quizás un vaso de vino no hacía falta
-supimos después de tomarlo-
lo que hacía falta era este rato.
La maldición del escritor
es estar ausente en lo que escribe,
siempre en otro lugar,
siempre testigo
de mi mismo, de mi vida,
a veces temo no ser claro
y a veces estar más allá del silencio,
no puedo no pensar en tu cara mientras leas,
no puedo no pensar en tu amiga cuando opine
o cuando lea
o cuando ignore,
no puedo no pensar, el tema es ese,
lo imposible de pedir silencio
a uno mismo,
tenía tantas ideas hasta hoy,
tengo tantas ideas desde ahora,
esta necesidad de caminar,
de hablar en voz alta.
Orgeira, dedíquese al humor y sanará. No sea patético.
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