Este métier constituye un imprescindible paso previo a nuestra más cara costumbre nacional. Prólogo y preámbulo a un tiempo, su desarrollo es el primer escollo de los varios por superar antes de poder anunciar la frase que el auditorio espera con la escasa originalidad de disimular la ansiedad cargando sobre el tendal de ofrendas dispuestas para la ocasión, entre las que es habitual encontrar aceitunas, queso, algún salame cortado en rodajas (suele colarse alguno de pie), sin olvidarnos de nuestra bebida nacional, aunque algunas costumbres foráneas quieran imponernos la cerveza.
Así pues, antes de poder proclamar que “la carne ya está” o alguna de las expresiones equivalentes deberá realizar algunas diligencias previas, entre ellas la que nos convoca aquí, que es encender el fuego. Procederé a comentarle dos métodos alternativos, ambos probados, para que Ud. elija de acuerdo a sus convicciones.
Opción 1) Es antiecológica y antideportiva, sépalo.
Se reduce a comprar esas pastillitas que venden en los supermercados, de las que se pone una en el medio del carbón, se enciende y se cubre con otros carbones.
Opción 2) Requiere papel de diario y una botella de tinto, mejor si ya esta vacía. En caso contrario puede optar por esperar hasta el momento en que le indique que quite la botella para tomarla o puede tomársela y luego comenzar esta ceremonia u otra ceremonia o actividad que le provoque mejor luego de servir la última copa.
Se coloca la botella en el centro de donde se quiere hacer el fuego, con páginas de diario se hacen unos rollitos de un par de centímetros de diámetro, y se los coloca como toscas pulseras alrededor del cuerpo de la botella, haciéndoles un pequeño nudo simple para que no se escapen y resistan las llamas con estoicismo, como algunas mujeres en la época en que la iglesia era un poco más primitiva. También puede usar una abrochadora de oficina con el mismo propósito, pero no da bien en cámara.
Una vez que la botella parece el cuello de una mujer africana de esas que abundan en las paginas del National Geographic, es hora de colocar en capas concéntricas sobre el eje de la botella los carbones, intentando hacerlo de manera tal que se forme algo parecido a un volcán, nombre que podría darle al método que actualmente describo por un parentesco que confío en que su sagacidad le permitirá reconocer más tarde o más temprano, dependiendo ello no solo de su sagacidad sino también de su estado etílico, su ánimo lúdico y otros factores cuyo nómina y enumeración juzgo innecesarias.
Ahora hay un detalle que es muy importante. No importa si la botella esta aun llena o vacía, ni su número de orden en el proceso de trasvasado en este segundo caso, la botella NO DEBE PERMANECER en ese lugar. Con movimientos adecuados que Ud. seguramente sabrá escoger, quite la botella tratando de que todo lo demás conserve su posición. Recomenzar el proceso puede ser muy tedioso. No tome esta actividad a la ligera.
¿Lo logró?. ¡Enhorabuena!. A mí nunca me sale, por lo que opté por reemplazar la botella por un pedazo de madera de cajón de fruta, pero no tenia interés exponer mi descreimiento en su capacidad, además de que el orden de probabilidades nos obliga a considerar en primera y segura instancia la existencia de una botella de vino llena, en segundo término la disponibilidad de alguna ya liberada de su contenido y aun no desterrada de su hogar (¡apure la primera condición de ser preciso!) y por último la presencia de un innoble cajón aun no deshechado o reintegrado al verdulero que se lo haya facilitado. Mi mejor deseo es que Ud. tenga a mano todas estas opciones, pero a mi me consta que hay gente que es extremadamente ordenada y despliega sus esfuerzos en el orden y disposición de las cosas, como una persona que conocí que sufre calambres y malestares estomacales cuando algo no está en el lugar que le corresponde, restricción que a los objetos les cuesta "internalizar" como dicen ahora los psicoanalistas y algunos otros.
Llega el momento cumbre, y recién caigo en la cuenta de no haberle requerido que aprontara este elemento al inicio. Quizás Ud. ya le dio uso y la botella y el objeto al que pueda haberle aplicado el fósforo la han puesto en una situación en la cual no recuerde muy bien para que estaba haciendo esto, pero créame que es una muestra de previsión acercar el fósforo -una vez encendido y antes de que se apague- al extremo superior de las pulseras de papel.
La llama cobrará fuerza en un par de segundos y pasado ese momento critico, en el que aun es posible dudar del éxito, el fuego descenderá lenta e inexorablemente hasta la base para conformar un foco ígneo que en un proceso de expansión favorecido por las leyes de la física y la química le permitirá a Ud. deleitar tiempo despuès a sus invitados, si todo siguió bien degustando el resultado de su mérito y en caso contrario encomendándole el resultado de la velada al efecto del resto de las botellas disponibles (resultado que afortunadamente se potencia ante los estómagos vacíos, en una esquema ganador a dos puntas).
PD: Hay una variante de este método -que sugerí llamar “del volcán”- que procederé a comentarle. En vez de una botella de vino, utilice como soporte de los anillos de papel un envase de aerosol grande en posiciòn invertida. El mejor efecto se logra cuando en vez de retirar el envase antes de encender el papel quienes se retiran a una distancia prudencial son sus invitados y Ud. Coincidirá conmigo en que el interesante efecto logrado de este modo justifica la designación de Krakatoa.
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