miércoles, 6 de febrero de 2013

A la mierda todo!

Hace mucho que no me encontraba con esta sensación, este deseo tan fuerte de prenderle la mecha a la barra de dinamita que hace volar por el aire la montaña de responsabilidades que debo atender durante la tarde de hoy. Salir a caminar aprovechando el horario de almuerzo de una oficina, adentrarme en San Telmo un día de mucho sol y no demasiado calor, conseguir lo que tenía que conseguir (el propósito, la excusa para esta pequeña excursión) y emprender el regreso apesadumbrado tratando de no acordarme adonde estoy volviendo y para qué. Ganas -muchas ganas- de pegarme un tropezón, darme un porrazo (casi un juego de palabras) y quedarme a disfrutar la tarde y mis manzanas sentado en un banco de plaza o quien sabe que otra opción.


Ayer hablaba del encuentro, como esa combinación de factores única a la que se opone el desencuentro en todas sus formas, y tengo una analogía de signo contrario, porque al encuentro que da origen a todo se oponen los desencuentros que no dan origen a nada, y yo me encuentro regresando a un lugar donde no voy a encontrar nada de todo lo que podría encontrar si fuera un poco más valiente e hiciera uso de mi derecho a ser irresponsable, a patear el tablero, a mandar todo a la mierda y no volver a este lugar al cual llego resignado sintiéndome una oveja, mintiéndome que por debajo de la lana hay otra piel que hoy reservo.

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