los platos rotos donde serviste las promesas,
que te tragues las lágrimas que vomitamos
y te desangres entre todos tus laureles.
Quiero que se infle tu abdomen fermentado,
que la nausea te acompañe,
que tu comida solo tenga olor a bilis
y que olvides la palabra orgasmo.
Quiero que te desveles por las noches
y que las horas te resulten largas, espesas
travesías entre hastíos y rutinas
de sabanas pegajosas y calientes,
de colchones tercos y almohadas rancias.
Quiero que pierdas las llaves de la casa,
que te duelan tus dientes y anteojos,
que te falte una moneda y un billete
y apagarte el calefón durante el baño.
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