me lo inyecté en la sien
y salí de paseo,
una sucesión de obstáculos
desenfocados
o con mala puntería
pasa cerca
sin arañarme,
no hay nada detrás de la línea de prohibido que me importe,
sigo caminando
pasándole revista a los restos del incendio,
inmune a todo mal,
no hay nada que más se celebre que el amor
o el amor propio,
el de nosotros y para nosotros mismos,
el águila usa anteojos,
vuelvo sobre mis pasos
para recordar la otra verdad inolvidable,
desvanecida
en alguna espiral incandescente.
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